martes, 29 de diciembre de 2015

LA SONRISA DE AMANDA (relato)

Me la encontré en el pasillo del hospital. Yo había salido necesitado de desprenderme de aquel ambiente de dolor y pesimismo. Además, mi mujer no paraba de llorar y rogar. Todo muy repentino, como si no lo esperara. Por eso, ver a aquella joven en el pasillo me distrajo. Digámoslo con claridad, con valentía: me agradó. Aunque llevaba la blusa del hospital, su sonrisa inspiraba, curiosamente, salud, alivio. Así me sentí, aliviado. Me dijo que ella también había sentido la necesidad de salir de su habitación, que ya no le veía sentido a permanecer ahí dentro. Hablamos mientras caminábamos hacia el fondo del corredor. Me sorprendió su familiaridad. De pronto, me vi como un jovenzuelo ligando en mis tiempos de universitario. Amanda, me dijo que se llamaba. Amanda, qué nombre bonito, pensé.  Me cogió de la mano y continuó hablando como si fuéramos novios.  Que una belleza como aquella me cogiera de la mano me hizo sentir alagado y sonreí imaginando la cara de mi mujer si nos viera en aquel momento. Pero no nos vería, estaban todos demasiado ocupados llorando.
¿Vienes?, me dijo. ¿A dónde?, pregunté.  No lo sé, abramos esta puerta y vayamos más lejos a ver qué hay. Explorar el hospital más allá de sus habitaciones y de su cafetería me resultó una idea deliciosa. Asentí y abrimos la puerta juntos. Era hermoso. Desconocía que los hospitales tuvieran departamentos tan bien decorados. Fue entonces cuando un ruido, como unos timbales lejanos, me distrajo de su conversación. Cada vez sonaban más fuerte, aunque solo en mi cabeza porque ella me decía que no oía ningún timbal. Algo debía ir mal. Me puse nervioso, no sé, pensé en mi mujer, en mis hijos y le dije que debía volver a la habitación. Se entristeció pero no insistió. Ya nos veremos, me dijo. Corrí hasta alcanzar la habitación. El llanto había cesado. Todos miraban expectantes a los enfermeros que trataban de reanimarme con un desfibrilador. Comprendí entonces lo que estaba sucediendo y supe lo que debía hacer. No obstante, dudé. La sonrisa de Amanda seguía muy presente en mi ánimo.


viernes, 25 de diciembre de 2015

He sabido que hay dos actores que cumplen años el mismo día que yo,  Ricardo Darín y Pedro Mari Sánchez. Es una coincidencia que me agrada puesto que son dos actores a los que admiro mucho.



domingo, 20 de diciembre de 2015

LO QUE HACE EL ABURRIMIENTO (relato)

Andaba yo en una fase vital de tedio absoluto. Mi propio reflejo en el espejo me resultaba de lo más anodino. Dos años largos de paro y los gestos de resignación de mis padres hacían el resto. El aburrimiento había provocado en mí ciertas costumbres, como la de salir a pasear después del café de la tarde, prolongándolo hasta la hora de la cena. Al menos,  libraba así a mis padres de mi presencia durante un buen rato. Una tarde en que mi paseo estaba resultando más insulso de lo habitual, se me ocurrió una idea que justificaba el gran vacío de mi vida, y quizás de mi mente: seguir a una persona.
Teniendo en cuenta mi indiscutible heterosexualidad, que a nadie importaba, consideré más interesante seguir a una mujer, joven, a ser posible. La siguiente hora fue de lo más entretenido pues no terminaba de decidirme por la candidata ideal. Por fin elegí una. La afortunada ganadora era una joven agraciada de unos veinte años que llevaba un libro en la mano. Guapa y culta, la combinación perfecta, pensé.
Mientras la seguía, en vez de reprocharme lo bajo que me había hecho caer mi desidia, me dediqué a pensar si la posición correcta de los calificativos hubiera sido a la inversa, culta y guapa. Casi la pierdo en el metro. Reconozco que mi adrenalina subió unos grados al tratar de coger el mismo vagón que ella.
Emergió junto al parque del Retiro, donde se encontraba una de mis peores pesadillas, las aglomeraciones, pero me dije que si había llegado hasta ahí debía continuar con el juego hasta el final, desconociendo, por supuesto, cuál sería ese final. La turba se congregaba con motivo de la feria del libro y mi joven culta y guapa (sí, cambié el orden) fue de caseta en caseta hasta que se encontró con un viejo alto y encanecido que babeó frente a su escote y al que pidió que le firmara el libro que llevaba consigo. La sonrisa de la joven ante la firma capturada me hizo pensar: ¿de verdad los libros son capaces de motivar a alguien hasta el punto de buscar a su autor y pedirle su firma? Huelga de decir que siempre encontré  la literatura como una tortura ejecutada con sarna por mis profesores de instituto.
Luego del Retiro, quedó con unos amigos en un bar. Disfrutaron de unas cañas y dieron un paseo hasta llegar a los cines Renoir. De nuevo tuve que tomar una decisión. Desde luego, la tarde estaba siendo de lo más interesante. Qué cosas curiosas hacen las personas para entretenerse, pensé observando al grupo de la joven culta y guapa. Hice de tripas corazón y entré en el cine. Desconocía que fuera tan caro ver una película en un cine. Qué coñazo, me dije, pues era una película armenia y encima subtitulada. Sin embargo, la historia me fascinó de tal modo que olvidé el motivo por el que había llegado hasta allí. Un acomodador que apestaba a sudor y palomitas me tuvo que recordar que la sesión había terminado, que tenía que salir. Vagué sin rumbo pensando en la película. Cuando llegué a casa mis padres dormían, lo que me permitió entrar en internet sin la acostumbrada reprimenda sobre perder el tiempo y bla, bla, bla. Tuve el impulso de escribir en mi Facebook la opinión sobre la película. Con la sensación indescriptible producida por la ausencia de aburrimiento, me fui a la cama.

A la mañana siguiente eché un vistazo al Facebook, costumbre que anteponía a mi aseo diario e incluso al desayuno. Para mi sorpresa, tenía varios comentarios alabando el mío sobre la película, alguno incluso de desconocidos que compartieron mi publicación. Alguien me añadió, sin permiso, por supuesto, a un grupo de cine donde se comentaban películas. Me entusiasmó. De pronto, tenía un objetivo en la vida: hablar de cine. El grupo era numerosísimo y muchas veces me dedicaba a curiosear entre los perfiles de los miembros. Sí, habéis pensado correctamente, uno de los perfiles era de la joven culta y guapa. Por supuesto, no me atreví a escribirle. No me hizo falta, sabía que, más tarde o más temprano, coincidiríamos en el comentario de alguna película, como así fue. Tras tres años llenos de comentarios cruzados tuvimos nuestra primera cita. 

jueves, 17 de diciembre de 2015

RESEÑA

Qué sorpresa y qué alegría la reseña que ha hecho Marta Rojo de mi novela "Mis ojos llenos de ti" para el blog Algunos Libros Buenos.

Os dejo el enlace

reseña a Mis ojos llenos de ti

domingo, 13 de diciembre de 2015

VOCACIÓN (relato)

Sofía sorprendió a propios y extraños cuando anunció su firme intención de ingresar en un convento de clausura en la isla de Tenerife. Joven, alegre, con una tesis a punto de terminar sobre los ataques de piratas al archipiélago Canario desde los siglos XVI al XVIII, nadie pudo comprender la radicalidad de su decisión. Lo cierto es que sus argumentos eran tan poderosos como convincentes, sobre todo su manera de exponerlos, porque ¿quién podía renunciar a la llamada de Dios cuando se te manifestaba de modo tan cristalino? Mientras los demás veían un encierro de por vida en la oscuridad de la soledad, ella solo hablaba de libertad y felicidad. Bien es verdad que a sus más allegados no les sorprendió tanto pues llevaban tiempo viendo que su investigación para la tesis la había llevado a un punto cercano a la obsesión. Quizás no pudo aguantar la presión; quizás sus nervios terminaron por romperse y quiso aislarse de todos y de todo, pero en especial de su dichosa tesis sobre los piratas.
Ni siquiera sufrió en lo más mínimo cuando prescindió de su largo cabello, que con tanto mimo había cuidado desde su adolescencia. No le hizo ascos a desprenderse de todas las comodidades. No miró hacia atrás cuando entró en el convento, lo que demostró, una vez más, la entereza de su vocación.

Las monjas se alegraron de la nueva incorporación. Siendo la mayoría de ellas de edad avanzada, Sofía hizo cuanto estuvo en su mano para alegrarles la existencia. Durante meses pensaron las hermanas que Dios les había bendecido con un regalo como ella. La vida en el monasterio no era, ni de lejos, tan aburrida o monótona como todos sus amigos le habían advertido. Disfrutaba con cada detalle, con cada rezo, con cada cebolla que pelaba. Lo único que se le resistía era irse a la cama tan temprano. Las hermanas, agradecidas por la dicha que portaba siempre en su ánimo, le permitieron acostarse cuando quisiera.

Una mañana de mayo, tras dos años de permanencia en el convento, Sofía no apareció en el desayuno. La buscaron por todas partes pero no había rastro de ella. Ante una situación tan anómala, acudieron a la capilla para rezar. Fue entonces cuando se percataron de que el pequeño tríptico del altar había sido arrancado de la pared, descubriendo un hueco lo suficientemente grande para esconder algo. En el suelo, junto al hueco, hallaron un papel. Al cogerlo, cuál sería su sorpresa al ver dos preciosas gemas azules. El papel llevaba un mensaje:

“Por los desperfectos. Gracias por su hospitalidad. Sofía”

martes, 8 de diciembre de 2015

jueves, 3 de diciembre de 2015

INVISIBLE (relato)

Joaquín llegó al lugar donde había concertado su cita a ciegas, un bar de esos redecorados con recuerdos modernistas y lámparas de pétalos de rosas. El lugar ideal, pensó; buen ambiente, buena música. Lo había elegido ella. Miranda nunca planeaba una cita con un desconocido al que hubiera visto el rostro en internet, del mismo modo que ella tampoco mostraba el suyo. Estaba convencida de que hacerlo le restaba encanto, misterio, riesgo y humildad. Sin embargo, llevaba muchas decepciones acumuladas. No así Joaquín, pues para él era la primera vez que se arriesgaba con lo desconocido. Miranda le había dicho que llevaría camisa blanca y falda negra ajustada. Largos pendientes y maquillaje prácticamente ausente. Su cabello era rizado color castaño y le caía en cascada hasta los hombros. La descripción había emocionado a Joaquín, quien poco podía añadir a su rostro con gafas de pasta negra, calvicie incipiente, pantalones vaqueros y polo rojo.
La ilusión con la que Joaquín había tomado su primera cerveza a la espera de su cita, fue desvaneciéndose con la segunda y la tercera. La camarera, siempre atenta, atendía su pedido con la sonrisa estándar para los clientes. Pasada la primera hora, Joaquín se resistía a rendirse. Había traído consigo un pequeño ramo de violetas y estaba dispuesto a esperar lo que hiciera falta para entregárselo. Miranda había insistido en no intercambiarse sus números de teléfono, por lo del misterio, pero también por una confianza que ni siquiera había sido concebida.
Con la segunda hora cumplida empezó a descomponerse su ilusión. Se movía de un lado a otro, buscando una postura que relajara su malestar. A una señal de la camarera, supo que el cierre del local llegaría pronto. Joaquín se levantó con la pena cargada sobre sus hombros y caminó hacia la puerta del bar sin saber bien qué hacer con el ramo de violetas. Quedó tentado de dárselo a la camarera que, con su habitual sonrisa le abría la puerta para que pudiera salir, pero siempre había sido demasiado tímido para la espontaneidad. Se fue triste, acompañado por el eco de la puerta cerrada a sus espaldas.
La camarera quedó mirando a las luces de la calle a través del cristal de la puerta. Su sonrisa estándar se desvaneció. Una decepción más, uno más que no se había fijado en su camisa blanca, falda negra ajustada, pelo rizado color castaño que caía en cascada y sus largos pendientes; uno más que no había sabido reconocerla.




domingo, 29 de noviembre de 2015

REFLEXIONES

Me meto en la cabeza de un niño de diez años que esté viendo en la tele un programa de ¿debate? futbolero: "vaya, así que esto es madurar; pues no le veo gran diferencia"

La mayor parte de las revueltas, motines, revoluciones, guerras de independencia, guerras civiles y guerras mundiales han comenzado en verano; de ahí que se haya inventado el aire acondicionado.

Siempre quise ser lo que tú fuiste.
Siempre quisiste ser lo que fui yo.
Está claro que alguien repartió mal las cartas.

jueves, 26 de noviembre de 2015

EL CANDIDATO PERFECTO (relato)

El candidato perfecto (relato sobre la sangre fría)

Roberto abre los ojos a una nueva mañana; de inmediato, su instinto le avisa sobre cierto ruido que no ha cumplido su misión, o quizás sí y haya sido él y su resaca quienes hayan fallado. Coge el móvil de la mesilla de la noche y cerciora el dato que intuía. Cierra los ojos por un instante, el tiempo justo para lamentarlo y reponerse. Se incorpora apoyando la espalda en el cabecero de la cama. Su dedo índice recorre con calma el listín de su móvil. Encuentra el número deseado y lo marca. Carraspea sin dramatismo. Espera el tono volcando su mirada hacia el techo. A ver cuándo se acuerda de pintarlo. Descuelgan. 
                -Comunicaciones internacionales, buenos días, le atiende María.
                -Buenos días, María, soy Roberto Lozano, hoy he sido citado para una entrevista de trabajo con Jorge Vallejo.
                -Ah, sí, a las diez y media.
                -Verás, María, he tenido un pequeño accidente casero, y es que estoy atrapado.
                Su voz suena sin atisbo de dudas, segura, con la entonación adecuada, sin sobreactuar.
                -¿Atrapado?
                -Sí, la puerta del garaje no abre, está atascada o algo así- dice mientras golpea la mesilla de noche imaginando la puerta de un garaje que no tiene-. No puedo salir con el coche. He pedido un taxi, pero les llamaba para avisar que llegaré algo tarde y pedirles disculpas.
                -No se preocupe, Roberto- dice María animada por la iniciativa del candidato- Se lo comunicaré a don Jorge. ¿A las once y media le parece bien?
                -Oh, sí, muy bien y perdona de nuevo.
                -No se preocupe. Hasta ahora.
                -Adiós, gracias.
                Roberto comprueba que desde el otro lado han colgado y devuelve el móvil a la mesilla de noche. Se rasca la cabeza y se levanta con pausa. Se estira y camina hacia el servicio. La ducha caliente le repone las neuronas caídas en combate la noche anterior. Saborea el desayuno, como lo hace siempre. Se viste con su mejor traje y sale de casa. Hace un buen día para pasear, y caminando se dirige a su entrevista de trabajo. Tiene tiempo.



sábado, 21 de noviembre de 2015

Pensando en positivo

He decidido darle la vuelta y verlo desde un punto de vista positivo. ¿El qué? mis ganancias con mi novela "Clara dice". Irrisorias, pero no porque no se venda, sino por el porcentaje que me corresponde con la venta, un 5%. Sí, lo habéis leído bien, pero, por si acaso, lo pongo otra vez: un 5%. En  cifras me da para un par de cenas, quizás tres. Desde julio del 2014 a julio del 2015 (las cuentas me llegaron hace poco) se vendieron un total de 251 unidades, entre electrónico y papel. Pues bien, voy a pensar en positivo. Estas cifras significan que cada 1,4 días alguien compraba la novela. Visto así, suena mucho mejor. Es más, desde que se editó en 2009, calculo que esta historia del comisario Trápaga está en unos 1300 hogares, puede que más, lo cual, la verdad, es que me alegra un montón.




jueves, 19 de noviembre de 2015

MENSAJE EN LA BOTELLA (relato)



Arturo se encontró la botella en uno de sus muchos momentos frente al mar. Jubilado hacía años, viudo y con dos hijos a los que veía de San Juan a Corpus, muchos eran los días en los que su mejor ocupación consistía en pasear. “Ojalá sea de esas en las que hay un mensaje”. Y lo había. Con gran ilusión, y algo de torpeza, consiguió acceder al papel sin romper la botella. El papel, viejo y gastado, estaba escrito con letra muy simple, como la de un niño, grande y circular. La emoción con la que encaró el escrito se esfumó en cuanto empezó a leerla. Sintió que se le venía el alma abajo y comenzó a llorar cada vez con más intensidad. Era como si sus lágrimas hubieran estado esperando toda su vida para salir en ese momento, tal era la fuerza y duración de su llanto. Tras varios minutos en ese estado, cogió valor para volver a leer el mensaje en la botella. “Por favor, que alguien ayude a mi mamá, y a mí y a mi hermana. Papá es malo” y bajo esa escueta frase añadía la dirección en la que Arturo había vivido desde que se casara.

domingo, 15 de noviembre de 2015

¿UN BUEN CURRÍCULUM?

Me llaman la atención estas palabras del siempre mordaz George Carlin


"No somos un buen trabajo. Si esto es lo mejor que pudo hacer dios, pues no estoy impresionado. El ser humano no es algo que esperarías ver en el currículum de un ser supremo, sino  en el de un auxiliar administrativo con mala actitud"


jueves, 12 de noviembre de 2015

EL TÍO GUALDO (relato dedicado a la gran oruga blanca)

El tío gualdo era la bomba. No son mis palabras, sino las de mi hija. El tío gualdo era un crack, añade mi hijo. Un santo, quiere intervenir mi mujer. El tío gualdo era eso y mucho más. A pesar de todos nuestros problemas, a pesar de la desgracia que cayó sobre nosotros, siempre consiguió hacernos sonreír. Personas como él son necesarias en este mundo, y, sin embargo, no abundan, no al menos que a mí me lo parezca. Ojalá hubiéramos conocido al tío gualdo cuando estaba vivo, aunque él dice que entonces hubiéramos sufrido al mayor bribón de la comarca, malhumorado y salvaje. La oveja descarriada de la familia, hacía ya doscientos años. ¿Quién sabe por qué le caímos en gracia? ¿Qué extraño mecanismo se encendió en su corazón para querernos de ese modo? Por supuesto, habitaba nuestra casa desde mucho antes que nosotros y ahí sigue, años después de nuestra marcha forzosa. También a nuestro desahucio acudieron las cámaras, pero el banco fue igual de inclemente. Antes de que entrara la policía, los cuatro echamos una última mirada a la casa. Ahí estaba el tío gualdo, sonriéndonos con orgullo. Vimos en su mirada que se mantendría fiel a su promesa: nadie habitaría su morada salvo nosotros. Y así sigue la casa, deshabitada después de tres compradores que no le pudieron soportar; ahí sigue él, mirando por la ventana, aguardando a que mis hijos pasen delante de la casa a la salida del colegio y puedan saludarse; ahí sigue, esperando a que podamos recuperarnos de la crisis y compremos de nuevo la casa.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Os presento a mis vigilantes literarios. Los tengo a ambos lados del ordenador y vigilan mi calidad literaria al escribir. El de la izquierda es Victor Hugo, que con su mirada furibunda me deja claro que no va a pasarme ni una. El de la derecha no creo que necesite presentación. En cuanto le oigo cargar su escopeta recortada (cosa que hace, por supuesto, con una sola mano) sé que debo de haber cometido algún error y lo busco para corregirlo de inmediato. Formamos un buen equipo.


 

jueves, 5 de noviembre de 2015

MINICRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Él no sabe que yo lo sé. Está frente a mí, saluda al público, que le adora. Su sonrisa de perlas les cautiva. Me mira y cree estar viendo la seguridad que siempre le ofrezco. No sabe que yo lo sé. Se concentra. El público, nuestro público, entiende que debe guardar silencio. Se sienta en su trapecio y vuelve a mirarme. Se balancea. Yo me balanceo en mi trapecio. Es nuestro número más arriesgado. Dará un triple mortal esperando que mis robustas manos le atrapen, como hasta ahora. No hay red.



domingo, 1 de noviembre de 2015

EL POLÍMATA

Thomas jefferson fue el tercer presidente de Los Estados Unidos. Aparte de este pequeño detalle, fue horticultor, arquitecto, arqueólogo, paleontólogo, músico, inventor y fundador de la Universidad de Virginia. 

Cuando en 1962, el presidente Kennedy recibió en la Casa Blanca a 49 ganadores del premio Nobel, les dijo "creo que esta es la colección más extraordinario de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en La Casa Blanca, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo"


miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Y SI...? (relato de intriga)

La vuelta al mundo en ochenta días. Eso fue lo último que supimos de Nadia. Sus últimas palabras, al menos por escrito. Me envió un mensaje al móvil con el título de la novela de Julio Verne. Poco después supimos de su desaparición en medio de su viaje a La India. Informé a la policía sobre el mensaje, pero al poco, me dijeron, tal y como yo sospechaba, que no les había llevado a nada. Las dudas y las preguntas me atormentaron durante días. Muchas noches pasé sin dormir tratando de averiguar el sentido de aquel mensaje. No pude más. Pedí una excedencia en el trabajo y con mis ahorros hice el mismo itinerario que el protagonista de esa novela hizo por el mundo, solo que yo tardé más, pues me detuve preguntando hasta la saciedad si alguien había visto a la mujer que les enseñaba en la fotografía. Nada. En ningún lugar de aquel trayecto hallé ni una sola pista. Dos años me llevó, no solo el viaje sino mi ruina.
Ahogando mi impotencia en un bar, le conté al amigo que me acompañaba mi desgracia. Entonces él me dijo: ¿y si el mensaje no hacía alusión a la novela?, ¿y si se refería al libro físico, a un ejemplar en concreto de la novela? Pensé seriamente en un infarto al corazón al escuchar aquellas opciones. Me fui sin despedirme y dejando que él pagara la cuenta. Ya en casa elaboré una lista de los familiares y amistades de Nadia, con el objetivo de visitarles esgrimiendo cualquier escusa, después de todo, yo siempre les había caído bien a todos. Fui descartando las bibliotecas de cada uno de ellos.

Decepcionado, desilusionado, visité a sus padres. Aprovechando que me dejaron solo, busqué entre sus libros hasta que hallé un ejemplar de la novela. Mi corazón se aceleró. Era mi última oportunidad. Cogí el libro y lo abrí. Nada, ningún mensaje, nada escrito en sus hojas desesperadamente, ninguna nota. Sin embargo, cuando hice por cerrarlo, algo cayó de su interior. Era pequeño y cuadrado. Me agaché para recogerlo, momento en el que entró el padre de Nadia con la bebida que me había ofrecido. Como pude, me metí el objeto en el bolsillo y simulé estar interesado por ese libro en concreto. “Era el favorito de mi hija cuando no era más que una niña”, me dijo en un lamento. Impaciente hasta decir basta, se me hizo eterna la hora que estuve con ellos. Cuando salí, lo primero que hice fue llevar la mano a mi bolsillo. Ahí estaba el objeto. Era la tarjeta de memoria de una cámara fotográfica. Corrí hacia casa y la introduje en el ordenador. Lo que vi me dejó horrorizado. Entonces lo comprendí: Nadia no viajaba de vacaciones; estaba huyendo. Hice una copia de seguridad y me dirigí de inmediato a la policía. 

domingo, 25 de octubre de 2015

NOS SUCEDIÓ EN PARÍS

Nos sucedió en París, pero nos podía haber sucedido, estoy seguro, en cualquier otra ciudad. Hacíamos cola para entrar en el Panteón. Cuando llegamos a la taquilla, la empleada nos preguntó si queríamos que pasara con nosotros la chica que estaba a nuestra izquierda. Le pregunté por qué. Me dijo que no permitían entrar menores sin adultos y la chica había venido sola. Por fortuna para mí, la joven era italiana y mi italiano es mucho mejor que mi francés. Nos dijo que tenía 17 años y que no entendía por qué no podía entrar sola. Se había separado del grupo para ver cultura. Por supuesto, la dejamos entrar con nosotros. Luego la observamos, se paraba a mirar las esculturas y las inscripciones, tomaba nota, tras lo que se sentó a escuchar música con los auriculares. Estaba disfrutando, se notaba, y tenía 17 años. Entonces me dije que no todo estaba perdido, que es falso que la juventud no ame la cultura, que personas como ella hay en cantidad, lo que sucede es que no nos fijamos, solo vemos lo malo, el tópico, porque lo fácil es criticar, destruir y no construir. Nos sucedió en París, pero nos podía haber sucedido en cualquier otra ciudad.

jueves, 22 de octubre de 2015

TÍPICO (relato breve)

Cuando vi el ovni lo primero que hice fue coger el móvil para grabarlo. Sin batería. Típico. Entonces pensé en esas películas en las que el malo está a punto de matar al bueno y justo se queda sin balas en el último tiro. Típico. Pensé que a lo mejor era buena idea olvidarme de grabarlo y simplemente disfrutar del espectáculo. Y tanto que disfruté, que incluso me abdujeron. Vaya tíos nauseabundos, pero, en fin, eso es lo que hay por esos universos perdidos de la mano de dios. Me hicieron saber con una especie de lenguaje de signos que estudiarían mi cerebro. Les dije, con toda la humildad que pude reunir,  que yo no podía ser considerado, precisamente, un espécimen representativo de los humanos, que ni siquiera había acabado los estudios, que trabajaba como reponedor en un supermercado y que nunca me había leído un libro, pero no me hicieron caso. Cuando me quitaron la máquina de la cabeza vi cómo mi imagen quedaba entre la imagen de una oveja y la de un cerdo. Me miraron y movieron sus cabezas en plan reproche, en plan “muy mal” y yo me encogí de hombros diciéndoles así que se los había advertido. Confraternizamos y me invitaron a una especie de café que sabía a gazpacho pasado. Repugnante, aunque a ellos les gustaba porque ponían la misma cara de idiota que les veo a mis compañeros cuando dan el primer sorbo a su café en la pausa que refresca. En fin, que en ese momento les vi unas imágenes que colgaban en las paredes, como nosotros con nuestras fotos y les pedí que me hicieran una. Me entendieron con facilidad, pues creo que a ellos les molaban tanto los selfis como a nosotros. Nos hicimos unas cuantas. Se las pedí pues nadie me creería si no las enseñaba pero ellos me dieron a entender que tampoco serían creídos en su planeta si no las llevaban y no tenían forma de hacer copia. Esto lo entendí porque golpearon con desahogo una máquina parecida a nuestras impresoras.  Así que me quedé sin fotos. Me devolvieron a la tierra con una especie de nostalgia y yo, la verdad, es que me apené un poco porque, después de todo, me dieron buen rollo. Cuando llegué a mi coche vi que me habían puesto una multa. Típico.



domingo, 18 de octubre de 2015

INFLUENCIAS

Existen dos libros, dos, que me han influido como escritor, más que cualquier otro; más que Vargas Llosa, que Víctor Hugo, que mi idolatrado Oscar Wilde, que Proust, que García Márquez, que, Galdós, que...¿sigo? Si se caracterizan por algo estos dos libros es por su absoluta sencillez. El arte de contarlo todo, de expresarlo todo, con pocas y sencillas palabras. Es un arte, nadie puede negármelo, ni siquiera cualquiera de los autores citados anteriormente. Aquí os dejo sus portadas. Si no los habéis leído apuntadlos en vuestra lista de pendientes. Y si ya los habéis leído, volved a hacerlo porque siempre entre la sencillez hallamos los más variados mensajes.





jueves, 15 de octubre de 2015

ESE MOMENTO

Hay un momento del día en el que todo va más lento, como en un sueño pesado. Un tramo de la jornada en el que todo nuestro ser pide a gritos una cama, pero nos resistimos porque no nos queda otro remedio, porque así está establecido. Las defensas bajan y las palabras se ahogan en nuestra saliva pastosa. Los párpados luchan como viejos toldos que se resisten a claudicar. La cabeza aumenta su peso tambaleándose hacia delante, traicionera, con cierto regusto sádico. Es la hora de la siesta. No obstante, nos hemos comprometido en ir contra la naturaleza, que es sabia y mesurada, y continuar trabajando a pesar de que no es lo mismo, de que no hay ilusión, de que no somos nosotros, sino una especie de ente que nos mantiene despiertos solo por fuera.

lunes, 12 de octubre de 2015

EL ENFADO (microrrelato de intriga un tanto desasosegante)

Es curioso cómo se desarrollan los acontecimientos en nuestra vida, o cómo afectan en nuestras decisiones, porque si me hice policía fue por el enfado de mi primo Daniel. Cuando éramos unos chiquillos siempre jugábamos al escondite y siempre era mi primo el primero en ser encontrado. Nos reíamos mucho de él por este motivo, hasta que un día nos dijo que se iba a esconder tan bien que nadie le encontraría. Conté hasta cien y se escondió. Todos se escondieron. Han pasado veinte años desde entonces y aún no lo hemos encontrado.

jueves, 8 de octubre de 2015

El gemelo cabrón (relato épico-mitológico)


El joven Huan Yue había llegado a la prueba final. A su lado, el gran maestro de la ancestral orden de la flor marchita sobre la tortuga voladora le observaba con admiración contenida. Pocos, muy pocos, alcanzaban el lugar al que había llegado el joven discípulo para ingresar en la orden.  Las pruebas habían sido tan duras como los trabajos de Hércules, o quizás más, pues  se había tenido que enfrentar a un dragón de dos cabezas al que solo podía derrotar bailando canciones tradicionales de las regiones perdidas del norte, y sin ayuda, no como el griego cuando mató a la hidra, insignificante lagarto frente al majestuoso dragón musical; ni había tenido que derrotar a un ejército de muertos vivientes, ni soportar el dulce y monótono golpeo de una gota de agua sobre su frente durante cuatro días; ni ver seguidas todas las películas de Lars Von Trier. El joven Huan Yue sí. Ahora faltaba una última prueba. Frente a él se encontraban dos hombres exactamente iguales.
-Joven Huan Yue, mi discípulo más aventajado –empezó diciendo el maestro-, has superado todas las pruebas; has dado muerte al dragón de dos cabezas bailando canciones tradicionales de las regiones perdidos del norte, has derrotado a un ejérci…
-Maestro- le interrumpió su discípulo con estudiado respeto- No repitáis mis hazañas, que el lector ya las conoce.
El maestro refunfuñó introduciendo las manos en las anchas mangas de su camisa.
-Como decía, has llegado hasta el final, te enfrentas a la última prueba. La prueba del gemelo cabrón. Frente a ti tienes a dos gemelos. Son idénticos.
-Disculpadme, maestro.
-¿Qué?- preguntó él sin mucha paciencia.
-Si fueran dos gemelos, frente a mi vería a cuatro personas.
El maestro miro a los gemelos y luego a su discípulo. Su rostro parecía contener un reproche de los grandes, pero optó por volver a refunfuñar.
-Frente a ti, mi joven discípulo, ves unos gemelos- y le miró buscando su aprobación- Bien, como puedes ver, son idénticos, incluso tienen el mismo tono de voz, el mismo color de ojos, el mismo andar, solo que uno de ellos es un cabrón y el otro no. Elige con sabiduría pues con uno de ellos debes pasar los próximos tres años, obedeciéndole en todo cuanto te ordene. Tienes cinco minutos.
-No necesito ni un segundo, maestro.
-¡Cómo!- exclamó sorprendido el anciano de lo que parecía un exceso de arrogancia de su discípulo.
-Sí, no necesito tiempo para decidir. Ya lo he hecho.
El anciano volvió a refunfuñar.
-¿Y bien?,  ¿a quién has elegido?
-Al gemelo cabrón, por supuesto.
-¿Cómo que por supuesto? ¿Por qué motivo has elegido a un cabrón al que vas a estar obedeciendo los próximos tres años?
-Muy sencillo, maestro. De un gemelo me habéis dicho que es un cabrón, pero del otro no me habéis dado ninguna información.
-Te he dicho que no es un cabrón.
-Pero nada más; podría incluso ser algo peor. Por eso he elegido al gemelo cabrón. ¿He obrado con sabiduría, maestro?
El anciano le miró fijamente para luego mostrarle una pequeña sonrisa con la que quiso reflejar el orgullo que sentía por su alumno.
-Nos veremos dentro de tres años- y le extendió el brazo derecho indicándole que acompañara al gemelo cabrón.



domingo, 4 de octubre de 2015

LA PREGUNTA (relato sin giro final)

Gregorio llevaba años queriéndole hacer la misma pregunta a la estanquera. Como ser racional que era, ajeno a la religión e, incluso, a la superstición, se negaba a planteársela. Digamos que como ser inteligente que se consideraba, además de contar con un más que destacado bagaje cultural,  no debía hacerle esa pregunta. Sin embargo, ahí estaba ese runrún, día y noche, en su cabeza, en su conciencia. Su lucha interna la exteriorizaba paseándose delante del estanco al menos una vez al día; bien en su Audi último modelo, bien marcando estilo con sus trajes de Armani cuando lo hacía andando, pero nunca se atrevía. Durante años había puesto siempre en el estanco los mismos boletos: una apuesta de euromillón de martes y viernes y otra de una apuesta de la primitiva para jueves y viernes. Años con lo mismo, sin variar en lo más mínimo. Era imposible que él se hubiera equivocado al decírselo y, sin embargo, después de tantos años, ella cambió el euromillón por el gordo de la primitiva. Como hacía siempre, Gregorio guardó los boletos en su cartera y no los miró hasta el domingo, día en que comprobaba en internet su mala suerte. Su monumental enfado al ver que la estanquera no le había dado su euromillón dio paso al más incrédulo de los asombros al comprobar que había ganado la apuesta del gordo. Desde entonces había perdido todo sentido ir a poner ningún boleto al estanco, pero nació en sus entrañas aquella pregunta imborrable: ¿Se equivocó la estanquera adrede o sin querer?

jueves, 1 de octubre de 2015

PERCEPCIÓN (relato)

Luisito se había perdido; quizás un descuido de sus padres, quizás un repentino impulso por explorarlo todo, pero el caso es que se vio solo y comenzó a llorar caminando sin rumbo de un lado a otro. Entonces los vio. Eran los dos demonios que aparecían siempre en sus pesadillas, solo que ahora eran reales. Avanzaban hacia él con los brazos abiertos, le gritaban mostrando sus fauces. Descontrolado por el pánico, o guiado por él, corría cuanto le podían permitir sus cortas piernas. Corría y lloraba desesperado llamando a su madre. Pero por mucho que avanzaba, nada podía evitar que aquellos dos demonios le alcanzaran. Cada vez más cerca.  Ahí estaban los seres con los que siempre le había amenazado su madre que se lo llevarían si se portaba mal. Pero él no había sido malo, solo se había perdido. Su terror no le permitió distinguir que cruzaba una carretera. Nada pudieron hacer los coches por evitar su atropello, como tampoco pudieron reanimarle los dos policías que habían corrido detrás de él desde que lo encontraran perdido por la ciudad. 

domingo, 27 de septiembre de 2015

DESCONCIERTO

El mundo editorial me desconcierta. No porque Planeta haya publicado a Jorge Javier Vázquez. No, ¿qué va a ser por eso? El caso es que en un mes he rechazado la oferta de dos editoriales por publicar una de mis novelas. Han sido dos editoriales con cierta presencia en las librerías, serias en la promoción y difusión de la obra de sus escritores. Por un momento hasta me emocionó que me escribieran. Pero, Oh, my God, para que la publiquen tengo que colaborar comprando ejemplares de mi propia novela.
¿Lo cualo? Sí, sí, comprándome ejemplares de mi propio libro.
¿Tan mal está el patio? 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL SALTO (relato traumático)

 El azul llenó su mente de recuerdos, la inundó más bien; un azul claro y clorificado, un azul de piscina, de espacio municipal atestado por el rigor veraniego; gritos de alegría, de saltos, chapuzones; y allí está ella, con casi tres años, en el filo de la piscina, con los manguitos colocados en los brazos, dispuesta a dar su primer vuelo del nido, su primer salto. Tiene miedo, pero frente a ella está su padre, en al agua, esperándole con los brazos extendidos, animándola para que salte, pero el miedo la atenaza. Quiere lanzarse, sabe que no hay nada de malo en ello, que el peligro está ausente, pero sus piernas no le obedecen. Entonces comprende que no le teme al agua sino a su padre, que continua con los brazos abiertos, pero sus gritos ya no son de ánimo, sino de impaciencia. No comprende su padre que requiere de más tiempo, que algo tan importante no se puede llevar a cabo con el ritmo que él quiera, sino el que ella necesite. El miedo aumenta porque ya es plenamente consciente de que su padre acabará por acercarse para tirarla al agua. No lo hará por maldad, cree sinceramente que así le ayudará a eliminar el miedo, un miedo que él sabe que se debe al agua. Ella quiere decírselo, que no la toque, que saltará sola, que se lanzará a la piscina, pero cuando ella lo decida, como si le lleva una hora más, pero no tiene recursos, no le salen las palabras, da un paso atrás, agacha su cuerpito ante el frío contacto con la mano de su padre. Ya está en el agua, su padre le sonríe, trata de convencerla de que no ha sido para tanto, que el agua está buena. Ella acepta sus brazos, tullida de frío y le mira, y su mirada ya no será la misma porque su padre no esperó, no tuvo paciencia.

viernes, 18 de septiembre de 2015

REFLEXIÓN

Nos pasamos la vida tratando de encajar en un pequeño rincón de la sociedad; incluso nos conformamos con un minúsculo mosaico, un lugar donde nuestra alma pueda enraizarse y hacernos levantar la cabeza con orgullo, o al menos hacernos sentir menos desgraciados cuando nos disponemos hacer el esfuerzo titánico de dormirnos esperanzados por no soñar con la vida que ya tenemos: la pandilla que le corta las alas a tu futuro, el novio motero que insiste en que te ama sobre todo cuando se le ha olvidado el preservativo, susurrándotelo en el oído mientras con su lengua explora el lóbulo de tu oreja; el equipo de fútbol en el que nunca te pasan el balón,  el trabajo en el que se calca la misma miseria de la que quieres huir…Cualquier espacio es bueno para sentirse querido. Cualquiera, menos la familia. De la familia huimos, renegamos hasta que regresamos con el rabo entre las piernas o nos limitamos a llorar porque ya es demasiado tarde para pedir perdón.

lunes, 14 de septiembre de 2015

LA BODA (relato autodestructivo)

LA BODA (relato autodestructivo)

Había llegado el momento más importante. El organista dio rienda suelta a la marcha nupcial. Todos los ojos de la iglesia se volvieron hacia la entrada, también los de Roberto; aunque, a diferencia de los demás, su corazón se aceleró al ver a su amor avanzando hacia el altar. Nunca antes había estado tan hermosa. Nadie mejor que él podía saberlo. ¿Desde cuándo se conocían?, ¿desde la infancia o incluso antes de que se creara el universo? Su cabello azabache resaltaba con su vestido blanco como lo hacían la luna y la noche. Su sonrisa, nerviosa, pero feliz, reafirmaba a Roberto que la decisión de su amada había sido madurada durante mucho tiempo, aunque él hubiera preferido que aquel acto de amor se retrasara un poco más, no sabía cuánto. Sin embargo, el día había llegado, irrefrenable, como el curso mismo de la vida.

Con cada paso que daba su amor, Roberto sentía una opresión en el pecho, un querer reventar de su corazón y de todo su ser. La dicha estaba a punto de consumarse. Por fin se miraron. Roberto olvidó todo su dolor y le sonrió como siempre lo había hecho. Ella le devolvió la sonrisa. Sus ojos brillaron ante el compañero con el que había estado toda su vida y siguió de largo.

Al llegar al altar, el padrino entregó la novia a su inminente marido, quien sonrió tan nervioso como ella. Roberto suspiró como siempre había hecho cuando pensaba en su amor. Unas breves palabras del sacerdote, unas respuestas escuetas de los novios, un beso y ya no había vuelta atrás, ya no podría seguir imaginando que le confesaba sus sentimientos, ya no recrearía aquel beso imaginario que siempre había deseado para ella con cada atardecer: el amor de su vida se había casado.


Roberto no fue al banquete de bodas. ¿Para qué? Desde la iglesia vagó con rumbo incierto hasta que, caída ya la noche, llegó a su piso. Se preparó un sándwich y encendió la televisión.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

En facebook pulula desde hace un tiempo una imagen en la que se ven unos cirujanos y al lado, en otra fotografía, al presentador Jorge Javier Vázquez. A pie de foto dice algo más o menos como que es una vergüenza que el presentador cobre muchísimo más que los cirujanos. La imagen deja claro que el presentador es culpable de esa situación y poco menos que lo manda a la mierda(dice que lo mandemos donde empiezan los cestos). Desde mi punto de vista, Jorge Javier no es responsable de esa situación.
Esto es lo que escribo cuando me encuentro la imagen en el muro de alguno de mis amigos.

Si Jorge Javier Vázquez gana más que un cirujano no es culpa suya, en todo caso será culpa de los millones de españoles que siguen sus programas. Es fácil, si no tuviera esa audiencia pues tendría un trabajo donde, probablemente, cobraría menos que un cirujano. Pensemos bien a quién mandamos donde empiezan los cestos.


viernes, 4 de septiembre de 2015

INSOMNIO (relato de horror)

Arturo nunca había sentido celos. Los consideraba un signo de debilidad, de amor mal entendido. Sin embargo, en una noche más donde el insomnio dominaba sus ansias de dormir, su mujer emitió un débil sonido mientras soñaba. Que él recordara, aquello constituía toda una novedad en ella, mucho más, cuando repitió el sonido. Esta vez había sonado más nítido, era un nombre propio, masculino, y lo volvió a repetir: Julián.

El nombre cayó como una losa sobre la imaginación de Arturo pues sabía muy bien a quién se refería. El hecho de no poder dormir le hizo caer en el abismo de las elucubraciones. No obstante, a la mañana siguiente decidió no comentarle nada a su esposa. Durante toda la jornada, Arturo fue incapaz de concentrarse deseando que llegara la noche cuanto antes. Una vez cerciorado de que su mujer dormía esperó ayudado por su insomnio. Esperó y esperó con la mirada clavada en el bello rostro de su mujer hasta que por fin sonó, bien entrada la madrugada: Julián. Más lo decía, más odio sentía Arturo por él, puesto que de la duda pasó a la certeza de que su esposa tenía una aventura con su jefe. Un tópico insoportable, pensó, pero lo que no se imaginó fue lo insufrible que le iban a ser los días con unos celos que no dejaron de atormentarle como los violines estridentes en una escena de terror barato. Celos silenciosos, porque nunca le dijo nada, nunca le dio pie a que sospechara que él lo sabía. Esperaba el momento oportuno para acabar de cuajo. Profundamente humillado, dominado por la venganza, pensó y pensó hasta tramar el crimen perfecto, y lo fue, porque nadie sospechó de él.


Qué alivio. Aquél había sido el mejor remedio para su insomnio. Dio las buenas noches a su afligida esposa y apoyó la cabeza en la almohada como lo hubiera hecho un ángel sobre una nube. Ya con los ojos cerrados comprobó cómo, una vez más, su esposa se dormía antes que él. Su respiración profunda así se lo indicó. Unos minutos más y él también estaría dormido. Fue entonces, cuando, en medio del silencio, un sonido invadió la estancia. Arturo levantó incrédulo la cabeza y esperó, con el corazón acelerado, deseando, rogando porque el sonido no se repitiera, pero se repitió, esta vez más claro. Su mujer había hablado en sueños: Luis, Luis, Luis…

lunes, 31 de agosto de 2015

REFLEXIÓN CREATIVA

Las películas malas son necesarias.
Si no, ¿cómo disfrutar de las buenas?

En mi caso hay un añadido de carácter creativo. Cuando veo una película mala, una de esas que te aburre hasta el tuétano, mi imaginación se dispara, no para tratar de reparar lo que estoy viendo, eso no tiene remedio, sino para crear otras historias. Es muy efectivo, pero para que realmente funcione tengo que estar viendo esa peli en un cine, que me duela haber pagado. La tentación de abandonar la sala la venzo, no solo con lo que frustra reconocer que se ha tirado el dinero, sino con mi imaginación. Cuando termina, salgo con dos o tres historias prometedoras en la cabeza. Eso, claro está, no funciona con la televisión. El mando a distancia me lo impide.

miércoles, 26 de agosto de 2015

jueves, 20 de agosto de 2015

EXTRACTO DE "ENTRE EL ESPERPENTO Y EL ESCALOFRÍO"


“Vaya casa que tiene el cabrón. Menos mal que yo no he colaborado para que la compre, je, je. Espera un momento, estúpido, si tus hijas no se pierden ninguna de sus películas y el cine lo pagan con tu dinero. Joder, qué putada. Pues eso tiene fácil arreglo: a partir de mañana les quito la paga. ¿Y trabajando de actor puede comprarse esta mansión?, ¿no dicen que el cine en este país está en crisis? La verdad es que no he visto ninguna de sus películas de mierda, ni las volveré a ver, bastante tengo con que Eva haya empapelado su cuarto con el careto de semejante pimpollo. Y encima sin camisa, con ese pecho sin un solo pelo, ¿dónde habrá quedado el macho ibérico de antaño? Creo que Eva lo ha hecho adrede, para evitar que entre en su dormitorio; la verdad es que no es mala táctica porque, desde luego, evito entrar. Decidido, mañana le digo que arranque esos carteles de dudosa masculinidad y los tire a la basura”
                Trápaga se detuvo arrugando su rostro.
                “No, creo que no puedo decirle eso; es una barbaridad. Bueno, ¿qué coño?, ya que he venido hasta aquí entraré y que sea lo que Dios quiera. A ver, ¿dónde coño está el timbre?”
                Mientras esperaba a que alguien le abriera la puerta, el comisario mostraba la mayor mueca de desprecio que podía generar ante la cantidad de botellas vacías que se agolpaban en los alrededores de la entrada.
                “Ya estoy viejo para esto. Sé que me voy a arrepentir, lo sé”.
                —Hola—le saludó efusivamente una jovencita con flores en la cabeza—. Uy, qué viejo, bueno, no importa, pasa, ven conmigo—y le cogió la mano—. Supongo que vienes a ver a Francis.


viernes, 14 de agosto de 2015

Premio Planeta

Os contaré mi experiencia con el premio Planeta, que tiene su gracia.
Me presenté hace ya varios años, con mi primera novela, que no he publicado aún. Me presenté pues como quien va a una verbena, por divertirme, por tener la experiencia, por decir que me había presentado, por contarlo varios años más tarde en una red social que todavía no había nacido; bien sabía yo que no tenía ninguna posibilidad; bien conocía la “leyenda” que circula sobre esos premios. Total, que mi novela, a doble espacio, que es como hay que presentarla, me queda más grande que El Quijote y la empleada de la fotocopiadora me dice que tengo que hacerlo en dos tomos, pero que me lance y que los encuaderne en azul cantoso. Me gustó la idea y así hicimos. Lo envié y al poco me hicieron acuse de recibo. Hasta ahí todo normal.

Unas pocas semanas más tarde, viendo el telediario, en la sección de cultura (esa que ponen al final y que dura tres minutos), daban la noticia de que los miembros del jurado del premio Planeta habían tenido acceso por primera vez al total de volúmenes presentados. Pudimos ver entonces una mesa enorme con centenares de manuscritos y a esas personalidades paseando admirados a su alrededor; entonces, a uno de ellos, anciano, no recuerdo su nombre, le llamó la atención un tomo encuadernado en azul cantoso y lo cogió. Sí, era el mío. Entonces me dije: eso es lo más cerca que estaré del premio Planeta. Y así fue, evidentemente.

domingo, 9 de agosto de 2015

CONCURSOS INFANTILES

Hoy voy a sacar mi vena Grinch (amplia, por otro lado, pero que procuro mantener inactiva lo mismo que el doctor Banner con sus rayos gamma)
Cuanto  más reflexiono sobre los concursos televisivos infantiles más me convenzo de que me repugnan. No por el concurso en sí, no es más que un juego donde unos niños compiten y se ¿divierten?, sino por lo que conlleva.
¿Alguno de los padres que llevan a sus hijos a esos concursos ha educado a su retoño para que asimilen el fracaso? Porque mientras las cosas van bien en el concurso, todo es maravilloso, pero cuando van mal, el trauma es considerable, porque es un trauma. Estoy convencido de que en esos programas quienes concursan realmente son los padres, no hay que mirarles las caras. Son ellos, pues, los responsables. De verdad que no le veo ninguna necesidad a este tipo de emisiones. No digamos ya la moralidad de la cadena televisiva que los produce. Hablo siempre desde mi punto de vista, desde mi vena grinch.
Nos educan para competir, todo en la vida es competición, competitividad. Tienes que ser el mejor, el número uno, no me defraudes, no me decepciones. Está claro que no estoy descubriendo la pólvora y tampoco tengo medios para apagarla. ¿Qué tiempo dedicamos para hacer ver a los niños que un número cuatro o cinco no está mal, que no pasa nada si no eres el número uno?
Ilustro este pensamiento con dos ejemplos.
No hace mucho, unas semanas, vi en un concurso de talentos de televisión española, cómo un grupo de niñas pasaba a la siguiente fase. La alegría no les cabía en el cuerpo. A la media hora, uno de los miembros del jurado, creo que era Pitingo, no sé qué cable se le cruzo que les quitó de esa fase para poner a otros concursantes. La tragedia para las niñas fue tremenda. Yo no podía comprender una crueldad tan gratuita, tan innecesaria. El programa aclaraba siempre que el hecho de que pases a una nueva fase no implica que no puedas ser eliminado. Eso fue lo que sucedió a esas niñas. Me pareció vergonzoso generar tal grado de dolor en un concurso. Repugnante.
El otro caso fue el del miembro de los Morancos, el alto, que se echó a llorar a moco tendido (y lloraba de verdad) porque tenía que dejar  a un grupo de niños fuera. En este concurso todos eran niños, a diferencia del otro del que hablé que combinaba todas las edades. Por supuesto, los niños, que hasta ese momento todo había sido maravilloso, empezaron a llorar sin comprender demasiado bien qué estaba pasando. De nada sirvieron los esfuerzos de Jesús Vázquez para calmarlos.
En esos concursos se trata a los niño como si fueran adultos y no lo son.

Insisto, desde mi punto de vista, esto es evitable y está en manos de los padres.

viernes, 7 de agosto de 2015

UN AÑO YA

Pues "Mis ojos llenos de ti" tiene ya un año desde que la publiqué en Amazon. Tragicomedia muy particular que está despertando muchas emociones a quienes la leen. Muchas gracias a todos por vuestras críticas tan positivas. Me quedo, sobre todo, conque habéis reído y llorado leyéndola. Objetivo cumplido.


domingo, 2 de agosto de 2015

PRÓLOGO

Este es el prólogo de la novela en la que estoy trabajando en estos momentos

Decía Oscar Wilde que en este mundo solo hay dos tragedias: una es no tener lo que deseas y la otra, tenerlo. ¿Cuál es la tuya? La pregunta no da más que esas dos alternativas, ambas crueles, pero necesarias, supongo. Blanco o negro, ¿acaso no hay grises? No en el amor; o amas o no amas, no hay lugar para los términos medios. No podemos enamorarnos a medias, del mismo modo que no podemos morirnos a medias. Lo cierto es que yo tampoco me siento capaz de contestar tan drástica cuestión, pero sí estoy en disposición de contarte una historia sobre la primera parte de la sentencia del insigne irlandés, aquella en la que no tenemos lo que deseamos. Se trata de una historia de amor, por supuesto; una pequeña, como la tuya o la mía, o como la del vecino. Sí, ese tío al que no soportas porque siempre fuma en el ascensor y sube el volumen de la música sin consideración a los demás; ese también tiene su historia de amor, pero no la contaré aquí, ni en ninguna otra parte porque es muy aburrida e incluso desagradable. La que nos ocupa en este libro tiene, no obstante, un no sé qué, un especial encanto que te impulsará a leerla hasta el final. Comienza pues esta pequeña aventura por el corazón de sus protagonistas.


lunes, 27 de julio de 2015

LOS MUERTOS

Esto es el cementerio de Pére Lachaise, en París. Muy famoso por la cantidad de personas iluestres enterradas allí, sobre todo políticos y artistas en general. Tuve ocasión de visitarlo hace poco. Era uno de mis sueños. ¿Visitar un cementerio puede ser un sueño? Claro que sí, ¿por qué no? En mi caso, más que el cementerio en sí, era la tumba de Oscar Wilde. Vamos, que si hubiera estado enterrado en Sebastopol mi sueño hubiera sido visitar ese camposanto.
Sin embargo, Le Pére Lachaise me resultó un lugar lleno de encanto, como si entraras en un mundo distinto, paralelo. Lo sentí romántico, pero en su sentido más puro, más trágico. Es hermoso y lleno de vida. Ya sé que es un poco contradictorio pero esa fue mi sensación. Además, el día estaba gris y comenzó a llover. Así que más romanticismo decimonónico imposible. De hecho, me refugié en una cripta abierta. El cementerio es inabarcable. Se necesita más de un día para verlo entero y encontrar a tus ilustres favoritos.

Tumba de Oscar Wilde
La fotografía  de la tumba de Óscar Wilde es mía. Las otras son sacadas de internet.  Fue un momento especial para mí, un sueño cumplido. Estaba ante la sepultura del maestro de maestros. Me alegró ver la cantidad de mensajes de cariño que le han ido dejando los visitantes. También es verdad que hubo un tiempo en que su tumba fue vejada, con lo que se constata que hay idiotas para todo.


miércoles, 22 de julio de 2015

LA CONDENA (relato)

Deambulaba por las calles, triste, solo, sin amigos. Las luces de las farolas se reflejaban en el asfalto bañado por la lluvia. Era la única imagen que le agradaba de aquella gran ciudad a la que había sido condenado a vivir. Salía por las noches y vagaba sin rumbo en busca de la soledad. Cuánto extrañaba su pequeña e itinerante comunidad. Ahora se daba cuenta, ahora se arrepentía, cuando era ya demasiado tarde. Veinte años; dos décadas de condena, ni más ni menos. Ese había sido su castigo. En eso había consistido la maldición que habían arrojado sobre su cabeza. Veredicto inapelable. Ni siquiera sus padres intercedieron por él. Todo por su incorregible comportamiento, por su orgullo, por su indiferencia constante hacia la seguridad del grupo. Qué tarde era ya para intentar cambiarlo.
Lo que menos soportaba, lo que le laceraba el alma era caminar erguido. Aunque ya no se reconociera, era ese detalle el que más le humillaba. Ni tener que vestirse o comer con cubiertos igualaban tal sufrimiento.

Esa noche solitaria y húmeda la nostalgia podía con él. Pensaba incluso en acabar por la vía rápida pues a nada le veía sentido en aquella vida de tortura. Fue entonces cuando un sonido familiar le hizo levantar la vista. Un puñado de recuerdos despertaron mientras seguía su origen. Una melodía resonaba desde el interior del metro. Bajó esperanzado, movido por un deseo sincero, aunque inútil, de volver a encontrarse con sus compañeros. Su sonrisa se desvaneció al comprobar que solo se trataba de un músico ambulante, talentoso, no le cabía duda, pero muy lejano a lo que él había soñado. Atravesó el grupo que se refugiaba de la lluvia hasta colocarse frente al joven intérprete. De pronto, en un arrebato incontrolable, le arrancó la trompeta de las manos. A pesar de su protesta, no pudo evitar que se la llevara a la boca. Sopló con fuerza, como si quisiera desgarrar el aire. El trompetista y los allí reunidos le miraron atónitos, no porque del instrumento hubiera extraído una bella melodía sino por el sonido desesperado que se prolongó por la estación y que tanto les recordó al lamento de un elefante.

jueves, 9 de julio de 2015

MATAR AL REY (crónicas del pueblo de San Gabriel anteriores a 1936)

Don Esteban dejó de ser escéptico cuando le hablaron de los problemas que tenía su hijo, José Ernesto, en la escuela. Tras aquella breve pero preocupante charla, fue sin demora a dar con su esposa, y ante ella se arrodilló.
-Tenías razón, amada mía, y yo estaba equivocado. Perdóname.
Seis años antes, cuando su mujer se había quedado encinta, don Esteban se había negado a seguir la vieja tradición de leer y cantar poemas y canciones de amor al vientre de su futuro hijo, pensando con ello que se librarían los retoños de cualquier atisbo de maldad en sus corazones.
-Es absurdo-replicaba con ímpetu, pero sin brusquedad-va en contra de toda la ciencia médica  e incluso en contra de toda lógica.
-Pero es hermoso-replicaba su esposa con su voz melodiosa-y es lo que nos ha hecho diferentes, sin odios, sin recelos.
-Tonterías, somos como queremos ser, y porque se nos reciten toda una retahíla de versos cursis no vamos a librarnos de las maldades de este mundo.
Su esposa apoyó con dulzura la mano en la mejilla de su marido. Era incapaz de enfadarse con él.
-Se hará como tu digas, mi amor. No discutamos.
Y no discutieron. Don Esteban cogió la mano de su esposa y la besó como si fuera la primera vez.
-Si me equivoco, si estoy en un error, lo primero que haré será arrodillarme ante ti y pedirte perdón.
-No habrá nada que perdonar, porque estás actuando igualmente sin intención de perjudicar a tu hijo.
Pero don Esteban cumplió su palabra y suplicó su perdón. Aquella mañana, don  Matías, maestro de José Ernesto, se había presentado en el despacho de don Esteban visiblemente preocupado. A pesar de que el colegio dependía del ayuntamiento, de todos era sabido las generosas aportaciones que hacía don Esteban para su mejor funcionamiento, y esto complicaba las cosas para el pobre y avejentado profesor. Sus gafas descendían por su sudorosa nariz de forma insistente. Dudaba entre entrar o venir otro día.
-Pase, Matías, no se quede ahí quieto, póngase cómodo-Su voz era claramente acogedora, pero ni aún así pudo tranquilizarse.
-Es que vengo a hablarle de su hijo.
El semblante  de don Esteban empezó a cambiar intuyendo ya algún problema.
-Bueno, razón de más para ponerse cómodo, ¿no cree?
-Sí, claro, claro.
Matías se dirigió con pasos cortos y nerviosos hacia la silla que le ofrecía don Esteban y se sentó. El profesor no podía calmarse y sus manos cambiaban de posición constantemente.
-Por Dios, Matías, cálmese, ¿tan grave es?
-Bueno, creo, creo que sí.
- ¿Le ha ocurrido algo a mi hijo?, ¿se ha caído? ¿Ha hecho daño a alguien?
-No, no, no es nada de eso-aclaró rápidamente para a continuación bajar su tono de voz-, de momento.
-¿Quiere explicarse, Matías?, está consiguiendo que yo también me ponga nervioso.
-Sí, disculpe. Verá: esta mañana les estaba contando a los niños la historia, bueno, la leyenda, de Guillermo Tell, ya sabe, la de...
-Sí, sí, la de la manzana en la cabeza, continúe.
-Pues el objetivo de mi cuento era colocar a los niños ante la tesitura de que si ellos fueran Guillermo Tell qué harían, disparar la flecha a la manzana colocada sobre la cabeza de su hijo o salir corriendo con él. Unos contestaban que disparar la flecha, y otros que huir.
-¿Y?-don Esteban empezaba a impacientarse al no entender adónde quería llegar Matías. En este punto el profesor cogió aire y trago saliva.
-¿Qué hubiera hecho usted?, ¿disparar o huir?
Don Esteban clavó sus ojos en los de Matías. Tras unos pocos segundos contestó.
-Disparar.
-Sí, yo también.
-¿Pero qué tiene todo esto que ver con mi hijo?
Tras una breve pausa en la que Matías se enfundó de valor, le respondió.
-Él no se decantó por ninguna de esas dos opciones.
-¿Ah, no? ¿Y qué contestó?
-Matar al rey. Dijo que él hubiera empleado el arco y la flecha para matar al rey.
Don Esteban se quedó petrificado. La única señal por la que se podía adivinar que estaba vivo era que su carne se le ponía de gallina. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
-¿Matar al rey?-pudo balbucear- ¿Me está diciendo que mi hijo de seis años dijo que él hubiera optado por matar al rey?, ¿matar?
-Sí-Matías deseaba no estar ahí en ese momento o en su defecto desmayarse y perder el conocimiento para el resto del día, cualquier cosa menos ver la angustia de don Esteban. Éste se mantuvo en silencio unos segundos tratando de digerir la noticia. De pronto, se levantó bruscamente y habló intentando mantener la compostura.
-Discúlpeme usted, Matías- y se marchó de la habitación sin decir ni una palabra más. Don Matías respiró sensiblemente aliviado, aunque sus gafas siguieran descendiendo por su nariz.
Don Esteban recorrió con paso vivo la casa hasta dar con su esposa, ¿dónde si no?, en el salón del piano. Se arrodilló ante ella y no habló hasta que se percató de su presencia y dejó de tocar.
-¿Qué ocurre?
-Tenías razón, amada mía, y yo estaba equivocado. Perdóname.
A las pocas semanas de este incidente su esposa quedaría embarazada de Rosalba. En adelante, no habría mañana, tarde o noche que no estuviera don Esteban junto a ella recitando poemas de amor, cantando viejas canciones del lugar, e incluso interpretándolas ella al piano, mientras acariciaba el vientre de su amada.
-¿Crees que es necesaria tanta atención?-preguntaba ella sin evitar sonreír.

-Sí, sí, hemos de compensar mi error del pasado.

lunes, 6 de julio de 2015

EL HOMBRE MÁS AFORTUNADO DEL REINO (relato)

Pelinor no era más que un sencillo campesino al que todos apreciaban. Joven y apuesto, llamaba la atención por un singular mechón blanco que asomaba sin pudor de sus largos cabellos negros. Como el resto de los habitantes del lugar, acudió encantado a contemplar al príncipe heredero recién nacido. 

La espera era larga pero se compensaba con un aliciente: la reina tenía derecho a elegir a un representante del pueblo llano para que cogiera a su hijo en brazos. Una costumbre centenaria que unía más a los plebeyos con sus señores, o viceversa. Si vuestra imaginación ha colocado al bebé en brazos de Pelinor, habéis acertado. No es mi deseo quitaros el mérito pero reconoced que os resultó fácil teniendo en cuenta el nombre de este relato. La reina ordenó detener la larga cola cuando Pelinor estuvo justo frente a ella. Con un gesto le concedió la gracia centenaria. Con toda la delicadeza que pudo reunir en sus callosas manos, Pelinor cogió al bebé. Por un brevísimo instante los ojos del campesino se rayaron al contemplar al heredero. Otro gesto de la reina le indicó que el derecho había terminado.

Pelinor estuvo en boca de todos durante bastante tiempo. Lo consideraban el hombre más afortunado del reino por haber recaído en él tan tamaño honor. El campesino se sentía igualmente afortunado, mucho más cuando, años más tarde, tuvo la misma suerte. Sucedía que Las Cortes debían jurar fidelidad al heredero. Un miembro de cada estamento podía pronunciar unas palabras, ¿y a que no sabéis a quién eligió la reina como representante del pueblo llano? Poco acostumbrado a hablar en público, los asistentes quedaron maravillados al escuchar su pequeño discurso y, sobre todo, al ver la emoción con que lo pronunciaba, sin apartar los ojos del joven príncipe de ocho años.

Años más tarde, le correspondió el mismo honor cuando fue presentada la prometida del príncipe y lo mismo cuando la tomó por esposa, pues fue él quien felicitó al príncipe en nombre del tercer estamento y todos coincidieron en la dicha que desprendían sus palabras.

La suerte, no obstante, le abandonó a la muerte del rey, eligiendo la reina viuda a otra persona para presentar sus respetos en nombre del pueblo llano. Pelinor no mostró decepción alguna en su rostro y la gente, que olvida pronto, apenas dedicó unas semanas a esta novedad. No se podía tener suerte toda la vida.

Pues se equivocaban ya que cuando nació el primer hijo del joven rey, la reina viuda volvió a elegir a Pelinor para que, en nombre del pueblo, manifestara su alegría por la continuidad de la regia estirpe. Y vaya si lo manifestó. Su discurso y la agitación de sus palabras fueron largamente comentadas.

Mucho más asombro causó la muerte de Pelinor, no por la muerte en sí, pues lo frecuente era que después de los cuarenta te abandonara la salud, sino por la suerte que tuvo en su entierro. Otra tradición permitía elegir a la reina viuda que la familia real asistiera al funeral de uno de sus vasallos. Efectivamente, la reina viuda, visiblemente afectada, acudió con todos, incluido su hijo, el rey, quien, en señal de respeto, se desciñó la corona para colocarla sobre el ataúd de Pelinor. Fue entonces cuando de los largos cabellos oscuros del joven rey, un mechón blanco ondeó sin complejos ante todos.

Y sí, ese mechón blanco fue muy comentado durante mucho tiempo.



jueves, 2 de julio de 2015

¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

De niño veraneaba con mis tíos. Benditos sean porque si no, nunca hubiera sabido qué es eso de veranear. Íbamos a un lugar de ensueño, con una enorme piscina junto al mar y una costa llena de rocas y cangrejos en la que imaginábamos historias de piratas. Era fácil que nos reuniéramos unos quince chiquillos, o más, ávidos de juegos y aventuras. No parábamos en todo el día, siempre corriendo, riéndonos, retándonos con el salto más ruidoso e imposible en el agua,  haciendo enfadar a nuestros mayores. El paraíso.

De eso hace ya más de treinta años. Mi tía y mi prima siguen veraneando todavía en el mismo lugar. Las solemos visitar y yo no pierdo la ocasión de sentarme frente al mar e imaginarme historias de piratas. Un día le pregunté a mi prima por los niños del lugar, ¿dónde estaban?, ¿ya no vienen? Lo cierto es que en la piscina y sus alrededores solo había adultos. Oh, sí que vienen, me dijo mi prima, pero están en la sala de la televisión de la comunidad. ¿Y qué hacen ahí?, le pregunté extrañado.  Jugar con los móviles, me contestó. Me quedé mirándola con cara de “No me lo creo”. Ella no esperó a que yo dijera nada. Vete a la sala y compruébalo tú mismo. Fui para allá y la verdad es que lo que vi fue desolador.

lunes, 29 de junio de 2015

LÓGICA APLASTANTE

¿De qué te sirvieron tus estudios?, ¿qué provecho sacaste de todas esas lecturas con las que matabas los veranos? ¿Para qué te vanagloriaste de tus matrículas de honor y no sé cuántos masters? ¿Qué te pesaron más, los años o tu sueldo de catedrático? ¿Cómo no fuiste capaz de aplicar lo lógica más aplastante y deducir que detrás de una pelota siempre aparece un niño? Tampoco sirvió para nada que clavaras los frenos.

viernes, 26 de junio de 2015

Don Armando (relato sobre la necesidad de la cultura)

Esa semana miraba don Armando con preocupación el almanaque de su cocina.

Don Armando era un amante de la cultura. Todos le admiraban precisamente por eso; lo consideraban incluso una virtud, un don al que no todos habían tenido acceso y él sí. Su elegancia en el vestir también era celebrada, siendo señalado siempre como el perfecto caballero. Jubilado, viudo y sin hijos, don Armando había encontrado en la cultura su refugio, al menos así lo interpretaban conocidos y desconocidos. No podía ser de otra manera pues no había inauguración de un acto cultural en el que no estuviera, en especial las pictóricas, fotográficas o literarias, es decir, aquellas en las que el autor hablaba de su obra para luego conversar animadamente mientras comían los aperitivos de la exposición. Ataviado con su mejor traje, nunca dejaba escapar don Armando la ocasión de acercarse al autor para comentarle su intervención y los artistas, siempre ávidos de reconocimiento, se lo agradecían sinceros al tiempo que le invitaban a una copa o a cenar, tal era la capacidad de relacionarse del jubilado.


Esa semana miraba don Armando con preocupación el almanaque de su cocina. Ningún acto cultural previsto, y era la última semana de mes. Fue a su dormitorio y guardó su mejor traje, su único traje, su posesión más preciada. Lo miró como queriéndose disculpar por la gravedad de las circunstancias y, aunque no abrió la boca, le dijo con desasosiego: esta semana no sé cómo vamos a comer. 

domingo, 21 de junio de 2015

Pequeña conversación de terror surrealista; no obstante, basada en hechos reales.

Alumno: profe, ¿es verdad que van a poner un impuesto al sol?

Profesor: No se llama así, pero viene a significar lo mismo, sí.

Alumno: ¿Significa que quien quiera poner placas solares ha de pagar un impuesto?

Profesor: sí, más o menos es así.

Alumno: Y entonces, ¿todo lo que nos ha explicado usted sobre el calentamiento global, el ahorro energético y las energías alternativas?

El profesor hace un gesto, que espera no sea visible a sus pupilos, de contención de un sentimiento que identifica como rabia por no poder usar la lógica en lo que es ilógico, por no poder argumentar lo absurdo en su máxima expresión. Se plantea entonces, en una fracción de segundo y para aliviar su rabia (o para despistarla), la posibilidad de abrirle los ojos a su alumno y que salga definitivamente del cascarón;  se plantea si debe explicar a la clase el poder inmenso de las empresas energéticas, la prepotencia e intolerancia que a veces conllevan las mayorías absolutas, la importancia, aun así, de votar para cambiar las cosas…En fin, que la fracción de segundo se prolonga en exceso, la rabia no se ha dejado despistar y sabe que tiene que contestar ya.

Profesor: pues ya ves.

Dice en un acto de contrición que la acerca al desmayo para, a continuación,  en otra fracción de segundo, cambiar de tema con la habilidad que le proporciona la experiencia.