lunes, 31 de agosto de 2015

REFLEXIÓN CREATIVA

Las películas malas son necesarias.
Si no, ¿cómo disfrutar de las buenas?

En mi caso hay un añadido de carácter creativo. Cuando veo una película mala, una de esas que te aburre hasta el tuétano, mi imaginación se dispara, no para tratar de reparar lo que estoy viendo, eso no tiene remedio, sino para crear otras historias. Es muy efectivo, pero para que realmente funcione tengo que estar viendo esa peli en un cine, que me duela haber pagado. La tentación de abandonar la sala la venzo, no solo con lo que frustra reconocer que se ha tirado el dinero, sino con mi imaginación. Cuando termina, salgo con dos o tres historias prometedoras en la cabeza. Eso, claro está, no funciona con la televisión. El mando a distancia me lo impide.

miércoles, 26 de agosto de 2015

jueves, 20 de agosto de 2015

EXTRACTO DE "ENTRE EL ESPERPENTO Y EL ESCALOFRÍO"


“Vaya casa que tiene el cabrón. Menos mal que yo no he colaborado para que la compre, je, je. Espera un momento, estúpido, si tus hijas no se pierden ninguna de sus películas y el cine lo pagan con tu dinero. Joder, qué putada. Pues eso tiene fácil arreglo: a partir de mañana les quito la paga. ¿Y trabajando de actor puede comprarse esta mansión?, ¿no dicen que el cine en este país está en crisis? La verdad es que no he visto ninguna de sus películas de mierda, ni las volveré a ver, bastante tengo con que Eva haya empapelado su cuarto con el careto de semejante pimpollo. Y encima sin camisa, con ese pecho sin un solo pelo, ¿dónde habrá quedado el macho ibérico de antaño? Creo que Eva lo ha hecho adrede, para evitar que entre en su dormitorio; la verdad es que no es mala táctica porque, desde luego, evito entrar. Decidido, mañana le digo que arranque esos carteles de dudosa masculinidad y los tire a la basura”
                Trápaga se detuvo arrugando su rostro.
                “No, creo que no puedo decirle eso; es una barbaridad. Bueno, ¿qué coño?, ya que he venido hasta aquí entraré y que sea lo que Dios quiera. A ver, ¿dónde coño está el timbre?”
                Mientras esperaba a que alguien le abriera la puerta, el comisario mostraba la mayor mueca de desprecio que podía generar ante la cantidad de botellas vacías que se agolpaban en los alrededores de la entrada.
                “Ya estoy viejo para esto. Sé que me voy a arrepentir, lo sé”.
                —Hola—le saludó efusivamente una jovencita con flores en la cabeza—. Uy, qué viejo, bueno, no importa, pasa, ven conmigo—y le cogió la mano—. Supongo que vienes a ver a Francis.


viernes, 14 de agosto de 2015

Premio Planeta

Os contaré mi experiencia con el premio Planeta, que tiene su gracia.
Me presenté hace ya varios años, con mi primera novela, que no he publicado aún. Me presenté pues como quien va a una verbena, por divertirme, por tener la experiencia, por decir que me había presentado, por contarlo varios años más tarde en una red social que todavía no había nacido; bien sabía yo que no tenía ninguna posibilidad; bien conocía la “leyenda” que circula sobre esos premios. Total, que mi novela, a doble espacio, que es como hay que presentarla, me queda más grande que El Quijote y la empleada de la fotocopiadora me dice que tengo que hacerlo en dos tomos, pero que me lance y que los encuaderne en azul cantoso. Me gustó la idea y así hicimos. Lo envié y al poco me hicieron acuse de recibo. Hasta ahí todo normal.

Unas pocas semanas más tarde, viendo el telediario, en la sección de cultura (esa que ponen al final y que dura tres minutos), daban la noticia de que los miembros del jurado del premio Planeta habían tenido acceso por primera vez al total de volúmenes presentados. Pudimos ver entonces una mesa enorme con centenares de manuscritos y a esas personalidades paseando admirados a su alrededor; entonces, a uno de ellos, anciano, no recuerdo su nombre, le llamó la atención un tomo encuadernado en azul cantoso y lo cogió. Sí, era el mío. Entonces me dije: eso es lo más cerca que estaré del premio Planeta. Y así fue, evidentemente.

domingo, 9 de agosto de 2015

CONCURSOS INFANTILES

Hoy voy a sacar mi vena Grinch (amplia, por otro lado, pero que procuro mantener inactiva lo mismo que el doctor Banner con sus rayos gamma)
Cuanto  más reflexiono sobre los concursos televisivos infantiles más me convenzo de que me repugnan. No por el concurso en sí, no es más que un juego donde unos niños compiten y se ¿divierten?, sino por lo que conlleva.
¿Alguno de los padres que llevan a sus hijos a esos concursos ha educado a su retoño para que asimilen el fracaso? Porque mientras las cosas van bien en el concurso, todo es maravilloso, pero cuando van mal, el trauma es considerable, porque es un trauma. Estoy convencido de que en esos programas quienes concursan realmente son los padres, no hay que mirarles las caras. Son ellos, pues, los responsables. De verdad que no le veo ninguna necesidad a este tipo de emisiones. No digamos ya la moralidad de la cadena televisiva que los produce. Hablo siempre desde mi punto de vista, desde mi vena grinch.
Nos educan para competir, todo en la vida es competición, competitividad. Tienes que ser el mejor, el número uno, no me defraudes, no me decepciones. Está claro que no estoy descubriendo la pólvora y tampoco tengo medios para apagarla. ¿Qué tiempo dedicamos para hacer ver a los niños que un número cuatro o cinco no está mal, que no pasa nada si no eres el número uno?
Ilustro este pensamiento con dos ejemplos.
No hace mucho, unas semanas, vi en un concurso de talentos de televisión española, cómo un grupo de niñas pasaba a la siguiente fase. La alegría no les cabía en el cuerpo. A la media hora, uno de los miembros del jurado, creo que era Pitingo, no sé qué cable se le cruzo que les quitó de esa fase para poner a otros concursantes. La tragedia para las niñas fue tremenda. Yo no podía comprender una crueldad tan gratuita, tan innecesaria. El programa aclaraba siempre que el hecho de que pases a una nueva fase no implica que no puedas ser eliminado. Eso fue lo que sucedió a esas niñas. Me pareció vergonzoso generar tal grado de dolor en un concurso. Repugnante.
El otro caso fue el del miembro de los Morancos, el alto, que se echó a llorar a moco tendido (y lloraba de verdad) porque tenía que dejar  a un grupo de niños fuera. En este concurso todos eran niños, a diferencia del otro del que hablé que combinaba todas las edades. Por supuesto, los niños, que hasta ese momento todo había sido maravilloso, empezaron a llorar sin comprender demasiado bien qué estaba pasando. De nada sirvieron los esfuerzos de Jesús Vázquez para calmarlos.
En esos concursos se trata a los niño como si fueran adultos y no lo son.

Insisto, desde mi punto de vista, esto es evitable y está en manos de los padres.

viernes, 7 de agosto de 2015

UN AÑO YA

Pues "Mis ojos llenos de ti" tiene ya un año desde que la publiqué en Amazon. Tragicomedia muy particular que está despertando muchas emociones a quienes la leen. Muchas gracias a todos por vuestras críticas tan positivas. Me quedo, sobre todo, conque habéis reído y llorado leyéndola. Objetivo cumplido.


domingo, 2 de agosto de 2015

PRÓLOGO

Este es el prólogo de la novela en la que estoy trabajando en estos momentos

Decía Oscar Wilde que en este mundo solo hay dos tragedias: una es no tener lo que deseas y la otra, tenerlo. ¿Cuál es la tuya? La pregunta no da más que esas dos alternativas, ambas crueles, pero necesarias, supongo. Blanco o negro, ¿acaso no hay grises? No en el amor; o amas o no amas, no hay lugar para los términos medios. No podemos enamorarnos a medias, del mismo modo que no podemos morirnos a medias. Lo cierto es que yo tampoco me siento capaz de contestar tan drástica cuestión, pero sí estoy en disposición de contarte una historia sobre la primera parte de la sentencia del insigne irlandés, aquella en la que no tenemos lo que deseamos. Se trata de una historia de amor, por supuesto; una pequeña, como la tuya o la mía, o como la del vecino. Sí, ese tío al que no soportas porque siempre fuma en el ascensor y sube el volumen de la música sin consideración a los demás; ese también tiene su historia de amor, pero no la contaré aquí, ni en ninguna otra parte porque es muy aburrida e incluso desagradable. La que nos ocupa en este libro tiene, no obstante, un no sé qué, un especial encanto que te impulsará a leerla hasta el final. Comienza pues esta pequeña aventura por el corazón de sus protagonistas.