Pequeña conversación
de terror surrealista; no obstante, basada en hechos reales.
Alumno: profe, ¿es
verdad que van a poner un impuesto al sol?
Profesor: No se llama
así, pero viene a significar lo mismo, sí.
Alumno: ¿Significa que
quien quiera poner placas solares ha de pagar un impuesto?
Profesor: sí, más o
menos es así.
Alumno: Y entonces,
¿todo lo que nos ha explicado usted sobre el calentamiento global, el ahorro
energético y las energías alternativas?
El profesor hace un
gesto, que espera no sea visible a sus pupilos, de contención de un sentimiento
que identifica como rabia por no poder usar la lógica en lo que es ilógico, por
no poder argumentar lo absurdo en su máxima expresión. Se plantea entonces, en
una fracción de segundo y para aliviar su rabia (o para despistarla), la
posibilidad de abrirle los ojos a su alumno y que salga definitivamente del
cascarón; se plantea si debe explicar a
la clase el poder inmenso de las empresas energéticas, la prepotencia e
intolerancia que a veces conllevan las mayorías absolutas, la importancia, aun
así, de votar para cambiar las cosas…En fin, que la fracción de segundo se
prolonga en exceso, la rabia no se ha dejado despistar y sabe que tiene que
contestar ya.
Profesor: pues ya ves.
Dice en un acto de contrición que la acerca al desmayo para, a
continuación, en otra fracción de
segundo, cambiar de tema con la habilidad que le proporciona la experiencia.
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