El candidato perfecto (relato sobre la sangre fría)
Roberto abre los ojos
a una nueva mañana; de inmediato, su instinto le avisa sobre cierto ruido que
no ha cumplido su misión, o quizás sí y haya sido él y su resaca quienes hayan
fallado. Coge el móvil de la mesilla de la noche y cerciora el dato que intuía.
Cierra los ojos por un instante, el tiempo justo para lamentarlo y reponerse.
Se incorpora apoyando la espalda en el cabecero de la cama. Su dedo índice
recorre con calma el listín de su móvil. Encuentra el número deseado y lo
marca. Carraspea sin dramatismo. Espera el tono volcando su mirada hacia el
techo. A ver cuándo se acuerda de pintarlo. Descuelgan.
-Comunicaciones internacionales,
buenos días, le atiende María.
-Buenos días, María, soy Roberto
Lozano, hoy he sido citado para una entrevista de trabajo con Jorge Vallejo.
-Ah, sí, a las diez y media.
-Verás, María, he tenido un
pequeño accidente casero, y es que estoy atrapado.
Su voz suena sin atisbo de
dudas, segura, con la entonación adecuada, sin sobreactuar.
-¿Atrapado?
-Sí, la puerta del garaje no
abre, está atascada o algo así- dice mientras golpea la mesilla de noche
imaginando la puerta de un garaje que no tiene-. No puedo salir con el coche.
He pedido un taxi, pero les llamaba para avisar que llegaré algo tarde y
pedirles disculpas.
-No se preocupe, Roberto- dice
María animada por la iniciativa del candidato- Se lo comunicaré a don Jorge. ¿A
las once y media le parece bien?
-Oh, sí, muy bien y perdona de
nuevo.
-No se preocupe. Hasta ahora.
-Adiós, gracias.
Roberto comprueba que desde el
otro lado han colgado y devuelve el móvil a la mesilla de noche. Se rasca la
cabeza y se levanta con pausa. Se estira y camina hacia el servicio. La ducha
caliente le repone las neuronas caídas en combate la noche anterior. Saborea el
desayuno, como lo hace siempre. Se viste con su mejor traje y sale de casa.
Hace un buen día para pasear, y caminando se dirige a su entrevista de trabajo.
Tiene tiempo.
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