Cuando vi el ovni lo
primero que hice fue coger el móvil para grabarlo. Sin batería. Típico.
Entonces pensé en esas películas en las que el malo está a punto de matar al
bueno y justo se queda sin balas en el último tiro. Típico. Pensé que a lo mejor
era buena idea olvidarme de grabarlo y simplemente disfrutar del espectáculo. Y
tanto que disfruté, que incluso me abdujeron. Vaya tíos nauseabundos, pero, en
fin, eso es lo que hay por esos universos perdidos de la mano de dios. Me
hicieron saber con una especie de lenguaje de signos que estudiarían mi
cerebro. Les dije, con toda la humildad que pude reunir, que yo no podía ser considerado,
precisamente, un espécimen representativo de los humanos, que ni siquiera había
acabado los estudios, que trabajaba como reponedor en un supermercado y que
nunca me había leído un libro, pero no me hicieron caso. Cuando me quitaron la
máquina de la cabeza vi cómo mi imagen quedaba entre la imagen de una oveja y
la de un cerdo. Me miraron y movieron sus cabezas en plan reproche, en plan
“muy mal” y yo me encogí de hombros diciéndoles así que se los había advertido.
Confraternizamos y me invitaron a una especie de café que sabía a gazpacho
pasado. Repugnante, aunque a ellos les gustaba porque ponían la misma cara de
idiota que les veo a mis compañeros cuando dan el primer sorbo a su café en la
pausa que refresca. En fin, que en ese momento les vi unas imágenes que
colgaban en las paredes, como nosotros con nuestras fotos y les pedí que me
hicieran una. Me entendieron con facilidad, pues creo que a ellos les molaban
tanto los selfis como a nosotros. Nos hicimos unas cuantas. Se las pedí pues
nadie me creería si no las enseñaba pero ellos me dieron a entender que tampoco
serían creídos en su planeta si no las llevaban y no tenían forma de hacer
copia. Esto lo entendí porque golpearon con desahogo una máquina parecida a
nuestras impresoras. Así que me quedé
sin fotos. Me devolvieron a la tierra con una especie de nostalgia y yo, la verdad,
es que me apené un poco porque, después de todo, me dieron buen rollo. Cuando
llegué a mi coche vi que me habían puesto una multa. Típico.
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