jueves, 15 de octubre de 2015

ESE MOMENTO

Hay un momento del día en el que todo va más lento, como en un sueño pesado. Un tramo de la jornada en el que todo nuestro ser pide a gritos una cama, pero nos resistimos porque no nos queda otro remedio, porque así está establecido. Las defensas bajan y las palabras se ahogan en nuestra saliva pastosa. Los párpados luchan como viejos toldos que se resisten a claudicar. La cabeza aumenta su peso tambaleándose hacia delante, traicionera, con cierto regusto sádico. Es la hora de la siesta. No obstante, nos hemos comprometido en ir contra la naturaleza, que es sabia y mesurada, y continuar trabajando a pesar de que no es lo mismo, de que no hay ilusión, de que no somos nosotros, sino una especie de ente que nos mantiene despiertos solo por fuera.

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