jueves, 8 de octubre de 2015

El gemelo cabrón (relato épico-mitológico)


El joven Huan Yue había llegado a la prueba final. A su lado, el gran maestro de la ancestral orden de la flor marchita sobre la tortuga voladora le observaba con admiración contenida. Pocos, muy pocos, alcanzaban el lugar al que había llegado el joven discípulo para ingresar en la orden.  Las pruebas habían sido tan duras como los trabajos de Hércules, o quizás más, pues  se había tenido que enfrentar a un dragón de dos cabezas al que solo podía derrotar bailando canciones tradicionales de las regiones perdidas del norte, y sin ayuda, no como el griego cuando mató a la hidra, insignificante lagarto frente al majestuoso dragón musical; ni había tenido que derrotar a un ejército de muertos vivientes, ni soportar el dulce y monótono golpeo de una gota de agua sobre su frente durante cuatro días; ni ver seguidas todas las películas de Lars Von Trier. El joven Huan Yue sí. Ahora faltaba una última prueba. Frente a él se encontraban dos hombres exactamente iguales.
-Joven Huan Yue, mi discípulo más aventajado –empezó diciendo el maestro-, has superado todas las pruebas; has dado muerte al dragón de dos cabezas bailando canciones tradicionales de las regiones perdidos del norte, has derrotado a un ejérci…
-Maestro- le interrumpió su discípulo con estudiado respeto- No repitáis mis hazañas, que el lector ya las conoce.
El maestro refunfuñó introduciendo las manos en las anchas mangas de su camisa.
-Como decía, has llegado hasta el final, te enfrentas a la última prueba. La prueba del gemelo cabrón. Frente a ti tienes a dos gemelos. Son idénticos.
-Disculpadme, maestro.
-¿Qué?- preguntó él sin mucha paciencia.
-Si fueran dos gemelos, frente a mi vería a cuatro personas.
El maestro miro a los gemelos y luego a su discípulo. Su rostro parecía contener un reproche de los grandes, pero optó por volver a refunfuñar.
-Frente a ti, mi joven discípulo, ves unos gemelos- y le miró buscando su aprobación- Bien, como puedes ver, son idénticos, incluso tienen el mismo tono de voz, el mismo color de ojos, el mismo andar, solo que uno de ellos es un cabrón y el otro no. Elige con sabiduría pues con uno de ellos debes pasar los próximos tres años, obedeciéndole en todo cuanto te ordene. Tienes cinco minutos.
-No necesito ni un segundo, maestro.
-¡Cómo!- exclamó sorprendido el anciano de lo que parecía un exceso de arrogancia de su discípulo.
-Sí, no necesito tiempo para decidir. Ya lo he hecho.
El anciano volvió a refunfuñar.
-¿Y bien?,  ¿a quién has elegido?
-Al gemelo cabrón, por supuesto.
-¿Cómo que por supuesto? ¿Por qué motivo has elegido a un cabrón al que vas a estar obedeciendo los próximos tres años?
-Muy sencillo, maestro. De un gemelo me habéis dicho que es un cabrón, pero del otro no me habéis dado ninguna información.
-Te he dicho que no es un cabrón.
-Pero nada más; podría incluso ser algo peor. Por eso he elegido al gemelo cabrón. ¿He obrado con sabiduría, maestro?
El anciano le miró fijamente para luego mostrarle una pequeña sonrisa con la que quiso reflejar el orgullo que sentía por su alumno.
-Nos veremos dentro de tres años- y le extendió el brazo derecho indicándole que acompañara al gemelo cabrón.



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