sábado, 29 de noviembre de 2014

Alma (Poema de Sandra G.)



¡Pon alma, pupilo!
Esto siempre te digo

Te observo.
Quiero ver cómo te mueves,
cómo te desenvuelves
cómo te sientes.

A ti pupilo,
te mostraré,
te enseñaré
la maestría del leer,
de aprender, del saber.

Cuando triunfas, yo contigo,
cuando fracasas, yo contigo.
Te levanto y te enseño
a aprender de ese suspiro.

¡Ay, pupilo!
Futuro eres,
a la espera de un camino.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Jack Johnson

Me gusta casi toda la discografía de Jack Johnson. Es fresco, sencillo (que no simple) y su música siempre llega con facilidad, lo cual es de agradecer. Cuando le veo, tengo la sensación de estar ante una persona que disfruta plenamente con lo que hace. No es complicado acercarse a él. Basta con escuchar un par de canciones bien seleccionadas para que, de inmediato, se cuele entre tus favoritos. Yo desconocía su existencia hasta que el insigne doc.tecnosurf me abrió los ojos, como siempre hace musicalmente.
Hay un tema que escucho asiduamente: You and Your Heart, aunque prefiero hacerlo viendo su video porque es algo tan sencillo (que no simple) como él cantando mientras surfea. Se le ve tan feliz..., tan próximo, que parece que el surf fuera fácil. Siempre he querido surfear pero nunca me he atrevido. Estar en un tubo de ola y tocarlo, menuda sensación... Cuando me siento lejos de ese sueño, cuando creo que es imposible, veo a Jack Johnson en su tabla y me digo que nunca es tarde. Eso mismo me decía Oliver Rinder, versado en esto del surf: que él había enseñado a surfear a personas de sesenta años. Bueno, desde luego no es mi edad, pero entre Johnson y Oliver me mantienen mi sueño vivo. Eso sí, si alguna vez aprendo, deberá ser en una playa sin grandes olas (prácticamente inofensiva) y con arena, mucha arena, ni una sola piedra. (Y sin tiburones, claro)



domingo, 16 de noviembre de 2014

The Kiss

Que José Ángel Alventosa pinta con su cámara es algo que ya sabemos todos. Ha conseguido que lo extraordinario se convierta en normal. No es que no nos sorprenda, es que nos hemos acostumbrado a que nos sorprenda, a que nos maraville. Con esta fotografía ha hecho una marina, género pictórico que adoro. Quizás sea mi predilección por el mar lo que haga que esta imagen me atrape, ¿o es su título? Antes de saber cómo ha bautizado su fotografía, uno ve el mar en su continuo lamento con la orilla, pero cuando te percatas del título (The Kiss, el beso), la vida misma se presenta ante tus ojos, el amor, la pasión, sobre todo la pasión. Parece que puedes verla ahí mismo, en la orilla, explotando. Es puro expresionismo.
Lo único que puedo reprocharle a José Ángel Alventosa es que titule a sus fotografías mayoritariamente en inglés. Puedo entender los motivos y por eso le perdono, ¿quién no le perdonaría? 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Razones por las que ya no voy tanto al cine

Yo era de los de cine semanal. No faltaba a la cita: los viernes, cine. Lloviera, tronara o estuviéramos en plena plaga de langosta. Incluso si ese viernes caía en Nochebuena o Nochevieja, yo iba al cine, a la sesión de la tarde, claro. Recuerdo ese hábito con especial cariño; hábito que mantuve hasta hace unos años. Ahora es todo distinto pues acudo al cine unas cinco veces al año. Veamos los motivos.
Sin duda, un factor de peso es que no vivo en ninguna ciudad, y la única ciudad donde me gustaría vivir, no tiene cines. Esto implica tener que coger el coche y, sinceramente, me da pereza, algo menos en verano.
Luego se ve que me hago mayor pues lo que antes no me molestaba tanto, ahora me molesta mucho más. También es verdad que antes no había móviles que sonaran durante la proyección, o que la gente encienda en medio de la oscuridad reclamando la atención de mis ojos. Ahora todo es comprar palomitas, con lo que huelen y suenan. Cientos de mandíbulas masticando al mismo tiempo. Además, se han incorporado los nachos. Toda una bandeja con su salsa. ¿Vamos al cine o de picnic?
Cada vez soporto menos que la gente hable durante la proyección. Me irrita muchísimo, me desconecta, me saca de la película, y no estoy dispuesto a pedirles que se callen. Me sube la tensión.
¿Y el precio de la entrada? ¿No es carísimo ir el cine? Súmale lo que compras en el bar. ¿Y si vas en familia? Se convierte en prácticamente un lujo. ¿De verdad el precio está justificado? Yo creo que no, aunque me faltan datos. Pero sí sé que muchísima gente ha dejado de ir al cine por ese motivo y ha optado por internet. Luego vemos, con las iniciativas del día del espectador, cómo sube la afluencia al cine de manera enorme. La última campaña fue de más de dos millones de personas en dos días. Lo que quiere decir que no es culpa de las películas por lo que no se va al cine (si son malas, etc…) sino del precio de las entradas.
De hecho, cuando voy al cine, elijo películas en las que estoy seguro que me voy a entretener; eso es lo mínimo que pido. Con esos precios, no puedo probar, no puedo arriesgarme como quisiera, como hacía antes. Ah, qué tiempos aquellos…

¿Cómo puede competir todo eso con la comodidad de mi sillón cheslong donde, además, puedo estirar los pies y ver una película tranquilamente?

domingo, 9 de noviembre de 2014

Búbal y la luz del valle

Recientemente, tuve la oportunidad (honor y privilegio) de pasar una semana en Búbal con mis alumnos. Búbal es uno de los tres pueblos abandonados que, desde hace casi tres décadas acogen a centros escolares para que ayuden a su reconstrucción y reutilización. Al mismo tiempo, se les presenta cómo era la vida en esos lugares y las razones por las que debemos ser respetuosos con el medio que nos da la vida.
Búbal es una especie de pequeño paraíso a pie de carretera y a unos 22 kilómetros de Francia, en pleno Pirineos. Uno de los tantos pueblos que abarca el valle de Tena, en Huesca. Cuentan los docentes de Búbal que el valle tiene una luz que, una vez que te alcanza el corazón, ya no te abandona; y es verdad. Uno parece estar en otro mundo cuando disfruta de Búbal; no solo estar sino desear que ese otro mundo contamine al nuestro, al de la rutina, al del estres y las tecnologías, y que termine por transformarlo, también, ¿por qué no?, con su luz.
Mi agradecimiento a los docentes y monitores que hacen posible la realidad de Búbal, empezando por su coordinador, Raúl, y seguido de Jesús, Lucas, Elisa, Carmen, Nuria, José Antonio, José, Fina, Manuel, Félix...todos maravillosos haciéndonos pasar unos días inolvidables.
Por mi parte, veo cumplido mi sueño de, como profesor, haber estado en los tres pueblos del programa: Búbal, en Huesca, Umbralejo, en Guadalajara y Granadilla en Cáceres. Creo, sinceramente, que todos los docentes deben, al menos una vez en su vida profesional, acudir a alguno de estos pueblos.