domingo, 25 de febrero de 2018




Voy a tratar de explicaros lo que siento cuando escribo una novela.
Sé que puede parecer exagerado, pero os aseguro que es así.
La protagonista de mi último manuscrito se llama Lara y es un error del sistema, lo cual solo puede significar algo rematadamente bueno teniendo en cuenta que este sistema en el que vivimos es, básicamente, una mierda.
Hay un momento en el proceso de escritura que consiste en que los personajes cobran vida. Esto es lo más difícil de explicar.
Significa que te acompañan noche y día, que piensas en ellos como si formaran parte de tu familia o de tus amigos. Significa que te sorprendes pensando, y esto es verídico, “¿qué estará haciendo ahora Lara?” y te imaginas un puñado de posibilidades.
Mientras escribía esta novela, que se llama “Un error del sistema”, me sucedía que cuando terminaba de dar clases me alegraba porque llegaría pronto a casa, no para ponerme a escribir mi página diaria, sino para que Lara me contara lo que le había pasado desde que la dejara el día anterior. Era ella la que me lo contaba. Yo me limitaba a presionar los dedos sobre el teclado del ordenador.
Y, así, con cada uno de los protagonistas de mis novelas.
Luego, cuando terminas, les tienes que decir adiós y les echas terriblemente de menos, aunque te consuela pensar que se quedan en tu corazón para el resto de tu vida.
A veces, con suerte, se te ocurre una idea para reencontrarlos y empiezas a escribir una segunda parte. Ese reencuentro entre escritor y personaje es indescriptiblemente cojonudo.

domingo, 18 de febrero de 2018



“Los hombres tienen tanto que desaprender”.
La frase no es mía, la leí aquí, en Facebook. Me disculpo por no recordar la autoría. Esta frase, para mí, es una de las claves para erradicar el machismo, lo que tenemos que desaprender los hombres. Sin embargo, se queda coja. La frase debería abarcarnos a todos, hombres y mujeres. Todos tenemos tanto que desaprender…
Como, por ejemplo, la hermana de Ana Botella que, desde su cargo público en Córdoba, ha dicho que la brecha laboral entre hombres y mujeres no se debe al machismo sino a una preparación menor de la mujer. En concreto, ha dicho a la falta de preparación de las mujeres.
¿Veis? Ahí tenéis a una mujer que tiene muchas cosas que desaprender (prácticamente todo) que, para colmo, desde su posición ha lanzado una puñalada trapera al resto de las mujeres, no por falta de solidaridad, no, sino porque es falso, porque miente. Al escucharla, estaba escuchando a todo el lobby machista y católico que tanto se resiste a que se derrumbe su sistema patriarcal. Al escucharla, estaba viendo esa educación rancia, retrógrada y clasista arraigada en sus esquemas mentales y sociales,  supurándole  por cada poro de su piel. Al escucharla, simplemente,  me entraron ganas de vomitar.

domingo, 11 de febrero de 2018



Cuando suceden cosas como lo de la portavoza creo, sinceramente, que es el feminismo el que sale perdiendo y, por tanto, todos. Pierde porque se ridiculiza, nos ridiculiza. Siento que se ríen de quienes luchamos por la igualdad. Son tantos los frentes abiertos…No entiendo por qué abrir uno más. El debate es siempre necesario, pero es que “voz” en castellano es femenino. No existe el voz. Si le añades una a, aunque tú intención sea buena, haces el ridículo. No avanzas, no construyes. Llamas la atención, sí, pero para que se rían de ti. Además, en muchas palabras solo basta el artículo para aportar el género, como es el caso de esta palabra compuesta, portavoz. ¿De verdad que todo esto es necesario? Ayer, con lo de portavoza, el machismo se apuntó un tanto. Y a mí no me hace ni pizca de gracia.

miércoles, 7 de febrero de 2018





La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos.
¿Sabéis de cuándo es esta frase?
Pues es de 1791.
¿Sabéis quién la dijo?
Esta pregunta es más fácil pues supongo que no se os habrá ocurrido pensar que la dijo un hombre.
En efecto, la dijo una mujer. La escribió una mujer.
Olympe de Gouges, francesa ella.
Veréis, es que los revolucionarios franceses de 1789 redactaron una declaración muy chula de derechos del hombre y del ciudadano, así en masculino. Se despistaron y no se dieron cuenta de que la otra mitad de Francia estaba poblada por mujeres. Pero debió de ser contagioso porque a los revolucionarios de Estados Unidos les había pasado lo mismo con su declaración de derechos y, no solo se olvidaron de las mujeres, sino que también, debe de ser que no cayeron en la cuenta, así, sin mala intención, de que también había nativos y negros esclavos en aquellas tierras. Un despiste lo tiene cualquiera.
Pues menos mal que estaba Olympe de Gougues para avisarles el despiste y redactar ella misma una declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana, que si no, imaginaos cómo hubieran sido de machistas los siguientes siglos.
En efecto, los revolucionarios franceses se pasaron por donde ya os imagináis el documento de Olympe, y el propio Robespierre se encargó de que la olvidáramos pronto al ejecutarla en la guillotina por su defensa de los Girondinos y haberse opuesto a la condena de muerte de Luis XVI.
Ay, estos revolucionarios que luchan por la libertad de los pueblos. Que tiquis miquis que eran, de verdad.
Olympe fue, además, dramaturga, filósofa y firme defensora de la abolición de la esclavitud, lo que le valió un buen número de enemigos  entre los nobles franceses que se forraban con el trabajo esclavo en sus plantaciones coloniales.
La declaración que escribió de los derechos de la mujer empezaba con la siguiente frase:
Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta.