viernes, 14 de agosto de 2015

Premio Planeta

Os contaré mi experiencia con el premio Planeta, que tiene su gracia.
Me presenté hace ya varios años, con mi primera novela, que no he publicado aún. Me presenté pues como quien va a una verbena, por divertirme, por tener la experiencia, por decir que me había presentado, por contarlo varios años más tarde en una red social que todavía no había nacido; bien sabía yo que no tenía ninguna posibilidad; bien conocía la “leyenda” que circula sobre esos premios. Total, que mi novela, a doble espacio, que es como hay que presentarla, me queda más grande que El Quijote y la empleada de la fotocopiadora me dice que tengo que hacerlo en dos tomos, pero que me lance y que los encuaderne en azul cantoso. Me gustó la idea y así hicimos. Lo envié y al poco me hicieron acuse de recibo. Hasta ahí todo normal.

Unas pocas semanas más tarde, viendo el telediario, en la sección de cultura (esa que ponen al final y que dura tres minutos), daban la noticia de que los miembros del jurado del premio Planeta habían tenido acceso por primera vez al total de volúmenes presentados. Pudimos ver entonces una mesa enorme con centenares de manuscritos y a esas personalidades paseando admirados a su alrededor; entonces, a uno de ellos, anciano, no recuerdo su nombre, le llamó la atención un tomo encuadernado en azul cantoso y lo cogió. Sí, era el mío. Entonces me dije: eso es lo más cerca que estaré del premio Planeta. Y así fue, evidentemente.

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