No soy uno de ellos
puesto que no considero el burka como componente cultural de nada salvo de la opresión, el anquilosamiento, la
limitación de movimientos, la pérdida de libertad, la negación como persona,
tomando, además, a Dios como excusa o argumento. Así las quieren quienes
defienden el burka, y no creo que haya
excepciones.
El otro día fuimos a
ver Wonder Woman. Película meramente entretenida con alguna escena notable. El
film está lleno, como es obvio, de reivindicaciones por la igualdad entre
sexos, algunos muy claros, otros más sutiles. Me quedo con los sutiles. Tiene
que ver con el Burka.
Cuando llegan a
Londres, la protagonista ha de buscar ropa apropiada porque la que lleva de
amazona como que desentona un poco en 1918. En la tienda se prueba infinidad de
vestidos y con todos le pasa lo mismo: se queja porque los vestidos le limitan
los movimientos, porque la encierran, porque pierde su libertad, porque no se
siente ella. Así hacíamos vestir a las mujeres en Europa hasta no hace mucho.
Hemos avanzado con la igualdad, a medida, sobre todo, que no nos hemos creído a
Dios como excusa o argumento. Queda camino, es cierto, lleno de obstáculos, uno
de ellos, y grande, son los rezagados, los que interpretan que la libertad de
la mujer, en este caso con la ropa, es una provocación. Esos continúan en la
Edad de Piedra. Esos no son recuperables, me temo, y se siguen reproduciendo.
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