Deportividad ante todo.
Hace unos cuantos años
fui protagonista de una anécdota que no tiene desperdicio. Por supuesto, me
sucedió en clase. Uno siempre pone algo de cuidado con el hecho de que los alumnos intenten copiarse, sobre todo en
aquella época en la que mis exámenes eran, quizás, demasiado memorísticos. Te
paseas por las filas, miras de reojo, lo típico. Me pasó en cuarto de eso, pero
no recuerdo con qué tema. Cuando estaba recogiendo ya los últimos exámenes me
di cuenta de algo que me provocó una enorme sonrisa que disimulé con una sonora
protesta: la pizarra estaba llena de chuletas del examen. A veces estamos tan
cerca de lo evidente que no lo vemos. Habían escrito en la pizarra datos
sueltos pero importantes del examen. Me encantó su desfachatez, aunque no se
los dejé ver. ¿Qué podía hacer? ¿Enfadarme?, ¿repetir el examen?, ¿bajarles a
todos un par de puntos? Nada de eso tenía sentido para mí. Lo que hice fue
tomármelo con deportividad. Me la habían colado. Punto. Me quito el sombrero.
Eso sí, desde
entonces, miro siempre la pizarra antes de entregar los exámenes.
Por favor, si tras leer esta anécdota,
algún exalumo/a tiene la tentación de escribirme aquí cómo se copiaba en
mis exámenes le ruego que lo haga por privado.
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