He terminado la
primera versión de la novela de ciencia ficción que estoy escribiendo. 121.000
palabras en tres meses y medio. Ritmo frenético al que no estoy acostumbrado, pero buen indicador de la
ilusión irrefrenable con la que lo he escrito. Ahora, un par de semanas en
reposo y, luego, a pulir. Tres meses puliendo. Es lo que más me gusta del
proceso de escritura de una novela. Me lo paso pipa. Lo voy a pulir tanto que
me va a pasar lo mismo que a Miguel Ángel con su Moisés. Cuando lo terminó
cogió el martillo, golpeó con fuerza a la estatua en la rodilla y le dijo:
¡Ahora, habla!
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