-Cariño, llama al 112
que creo que estoy teniendo un infarto.
-Dime tu contraseña
para desbloquear el móvil.
-Déjalo, parece que se
me pasa.
Este chiste, con el
que me reí bastante, no tiene género.
Sin embargo, desde el
principio yo interpreté que el infarto lo tenía él y no ella.
¿Os ha pasado a
vosotros? No me refiero al infarto, sino a la interpretación del chiste.
A riesgo de
equivocarme, y sin ánimo de ofender a nadie, yo creo que sí, que os ha pasado
como a mí.
A ver, tampoco es que
me torture con ello.
Lo que pienso es que
en la sociedad en la que hemos crecido solemos actuar y pensar con ideas
preconcebidas, en este o en cualquier otro tema. Damos por supuestos
determinados roles en hombres y mujeres. Es como en un distrito de Madrid, que
busca hombres para puestos de prácticas para albañil y mujeres para puestos de
prácticas para servicios de limpieza. Por lo visto, las mujeres no pueden ser
albañiles ni los hombres limpiar. Esto fue hace unos días, en Vallecas, y lo
argumentan basándose en un diagnóstico científico elaborado por la Agencia para
el Empleo, según las realidades sociales de los distritos. ¿En serio? ¿En pleno
siglo XXI? Yo pensaba que la ciencia era progreso. Cuesta creer, ¿verdad? Es
cierto que las posibilidades de encontrar a hombres albañiles es mayor que a
mujeres, pero las razones de ello serían
las mismas, por lo que ese supuesto programa científico solo las asume y no
contribuye, precisamente, a cambiarlas. Me pregunto si alguna vez lograremos
soltar todo el lastre y librarnos de los malditos prejuicios.
También he visto que ha sucedido al contrario, como
cuando se quejaron de que los muñequitos de los semáforos solo representan a
hombres. No se les ocurrió que pueden ser mujeres con pantalones.
En fin, que esto es
cuestión de toda la sociedad.
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