La estafa (relato)
Víctor clamaba al
cielo, o a quien quisiera escucharle. Estaba harto de no poder realizar su
sueño. Deseaba ardientemente poder controlar a la humanidad, ser el dueño de
todos los destinos, dirigirlos a su voluntad. ¿Por qué había un Dios con tal
poder y él, hecho a su imagen y semejanza, había sido privado, apartado, de
ello? La noche tormentosa no podía ahogar sus gritos que, finalmente, fueron
escuchados.
-De modo que quieres controlar a
la humanidad, ¿no es así?
Víctor quedó inmóvil
ante la enorme figura rojiza que se le había aparecido.
-Sí.
-¿Y estarías dispuesto a todo
por conseguirlo?
Víctor sabía bien lo que aquella
pregunta significaba.
-Sí- contestó con determinación.
-Entonces, firma; entrégame tu
alma.
Víctor miró aquella
pluma manchada de sangre. Estaba solo a un paso de conseguir lo que anhelaba.
-Aquí la tienes- dijo al fin
firmando.
El diablo sonrió con su habitual
malicia y enrolló el pergamino.
-Nos veremos el día de tu
muerte- sentenció a modo de despedida.
Víctor no tardó en
comprobar la legalidad de aquel contrato. Desde el primer minuto puso todo su
empeño en arreglar el mundo. Desaparecieron todas las formas posibles de
violencia y maldad; la pobreza se erradicó, lo mismo que el hambre, pues todos
los habitantes del planeta, llevados por un impulso incomprensible para ellos,
no hacían más que ayudar y compartir. Con el tiempo, ni las leyes ni las
fuerzas de seguridad se hicieron necesarias. Todo fue pura paz y armonía.
Finalmente, Víctor murió. Los
años se le habían acumulado y en el contrato no se contemplaba la inmortalidad.
Su alma vago indefinidamente hasta que se encontró con el diablo. Estaba
sentado frente a un tablero de ajedrez. Cariacontecido, brindó una mirada de
desconsuelo al recién llegado.
-Ya estoy aquí- saludó Víctor.
-¿A qué vienes?- dijo con tono
afligido.
-Teníamos un trato-contestó
extrañado-. ¿Esto es el infierno?- preguntó con cierta decepción.
-¿Qué infierno ni qué mierda? No
hay infierno. Ya nadie se condena y todo por tu culpa. Me aburro. Me siento estafado.
-Vaya- se limitó a comentar
Víctor con cierto pesar.
-Vete ya, aquí no pintas nada-
le ordenó el diablo-Déjame solo.
Víctor caminó vacilante unos pasos
hasta que de detuvo. Dio media vuelta y se acercó para sentarse frente al
diablo.
-¿No te vas?- le preguntó con
asombro.
Víctor sonrió.
-Al ajedrez se juega mejor en
pareja.
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