viernes, 26 de enero de 2018



Un cargo directivo  o ejecutivo debe alcanzar ese puesto por su talento y valía, en ningún caso por su sexo, raza u orientación sexual. Creo que en eso estamos todos de acuerdo.
Pues en relación a eso, hay algo que no termina de cuadrarme. Llevo veinte años como docente y no ha habido ni un solo año en el que en mis cursos (y estoy seguro de que la mayoría de docentes del mundo puede decir lo mismo de sus cursos) las chicas no hayan sido, no solo más maduras que los chicos, sino más organizadas, más trabajadoras, más estudiosas, más responsables, además de sacar mejores notas que los chicos. Es una proporción, siempre, visiblemente favorable a ellas. Esto no solo sucede en secundaria y bachillerato sino que continua con la misma tendencia en la universidad. Dudo que nadie pueda rebatirme esto.
Pues bien, ¿cómo es posible que la mayor parte de los cargos directivos o de responsabilidad sean hombres? No me cuadra.
 ¿Es que a partir de los 25 años toda esa valía de las mujeres que llevan demostrando desde la infancia se pierde, así, por arte de magia? De pronto, con 25 años, los hombres nos espabilamos y, no solo recuperamos la ventaja, sino que adquirimos más talento, responsabilidad y valía que las mujeres y nos eligen más a nosotros para ocupar cargos directivos.  Es eso, ¿no?
Me resulta tan violento como despreciable que todavía haya gente que esté convencida de que si el hombre ocupa más cargos directivos es porque vale más; gente sin memoria, que no recuerda el rendimiento y esfuerzo de sus compañeras de clase; gente con un terrible complejo de inferioridad que le hace incapaz de asumir que una mujer sea su jefe.

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