En Italia (y de rebote
e en Francia) se ha abierto un debate tan interesante como necesario. Sí,
necesario, porque todo lo que sea revolver las tripas del machista
recalcitrante o despertar la conciencia del machista latente es, para mí,
necesario si queremos librarnos de la tara del machismo.
Como bien sabéis (y si
no lo sabéis os lo cuento ahora, y cuidado porque hago spoiler) la ópera
Carmen, de Bizet (y el libro en el que se basa) termina con el asesinato de la
protagonista a manos de su ex novio celoso, incapaz este de asumir que su
pareja ha cortado la relación.
Pues bien, en el
reciente festival de ópera de Florencia han representado Carmen, pero
cambiándole el final; es decir, ella, en defensa propia, asesina a su ex pareja
al intentar asesinarla.
La polémica está
servida, y más en Italia, donde la ópera es religión y, sobre todo, donde la
violencia machista deja muchas mujeres asesinadas.
Los puritanos se
rasgan las vestiduras ante el sacrilegio de modificar una obra de arte sin pararse
a pensar el motivo de denuncia por el que se hace.
No obstante, creo que
la estrategia es equivocada. No en el sentido de provocar la polémica, que eso
me encanta por necesaria, sino en cómo lo han hecho. Por dos motivos creo que
se equivocan con este final cambiado.
Primero: puestos a
cambiar el final, me hubiera gustado que don José, el ex novio de Carmen,
recapacitara sobre sus celos irracionales y se fuera a vivir su vida dejando en
paz a Carmen. Pero claro, eso no es dramático ni morboso. No tiene fuerza como
final.
Proponer la solución
de un asesinato con otro asesinato, no sé, no termino de verlo, aunque en el
caso de Carmen sea en defensa propia.
Segundo: la inmensa
mayoría de historias que ve el gran público (en el formato que sea) tienen un
final feliz. Con ese final feliz volvemos contentos a casa, sin reflexionar
porque no hay nada que reflexionar: se ha hecho justicia o el “bueno” ha
ganado. Pero si “el malo” se sale con la suya, muy propio en libretos y novelas
del siglo XIX (como Carmen), nos hará pensar en esa injustica. Es mucho más
eficaz, como mensaje que despierte conciencias, un final trágico, o, lo que es
lo mismo, un final real, porque supongo que a estas altura sabemos que, en la
vida, casi siempre ganan los malos.
Desde luego, el
objetivo que perseguían, generar debate, lo han conseguido.
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