La Fórmula uno
ha decidido prescindir de las azafatas. Es un gesto que llega tarde pero que se
agradece pues era uno de los grandes escaparates de la cosificación de la mujer:
coches de carreras, pilotos y chicas guapas con ropa ajustada. El neandertal
medio relacionaba (y relaciona) que con
el éxito viene incluido un harén particular. La mujer no es más que un premio.
Siempre me he preguntado por qué hay mujeres que acceden a este tipo de
trabajos, pues es evidente que nadie les obliga, ya que la cosificación salta a
la vista. Si luchamos por la igualdad hemos de ser coherentes todos, no solo
los hombres, también las mujeres.
Pues bien, la
respuesta es la de siempre, la educación. Si los hombres hemos crecido en una
sociedad machista, las mujeres también, viendo desde niñas como única
referencia en el deporte a una chica guapa con ropa corta y ajustada dándole un
beso al hombre ganador. ¿Ambos han recibido a lo largo de su existencia una
educación basada en la igualdad y el respeto? Ayer vi en televisión las
reacciones a esta decisión de la fórmula uno. Los hombres a los que
entrevistaron, algunos pilotos, no lo entendían, pero es que las mujeres a las
que entrevistaron, algunas azafatas, tampoco lo entendían. Argumentaban que es
un trabajo como otro cualquiera y que no tiene nada de malo.
Lo dicho, esta
lucha es de todos.
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