sábado, 3 de febrero de 2018



La Fórmula uno ha decidido prescindir de las azafatas. Es un gesto que llega tarde pero que se agradece pues era uno de los grandes escaparates de la cosificación de la mujer: coches de carreras, pilotos y chicas guapas con ropa ajustada. El neandertal medio relacionaba  (y relaciona) que con el éxito viene incluido un harén particular. La mujer no es más que un premio. Siempre me he preguntado por qué hay mujeres que acceden a este tipo de trabajos, pues es evidente que nadie les obliga, ya que la cosificación salta a la vista. Si luchamos por la igualdad hemos de ser coherentes todos, no solo los hombres, también las mujeres.
Pues bien, la respuesta es la de siempre, la educación. Si los hombres hemos crecido en una sociedad machista, las mujeres también, viendo desde niñas como única referencia en el deporte a una chica guapa con ropa corta y ajustada dándole un beso al hombre ganador. ¿Ambos han recibido a lo largo de su existencia una educación basada en la igualdad y el respeto? Ayer vi en televisión las reacciones a esta decisión de la fórmula uno. Los hombres a los que entrevistaron, algunos pilotos, no lo entendían, pero es que las mujeres a las que entrevistaron, algunas azafatas, tampoco lo entendían. Argumentaban que es un trabajo como otro cualquiera y que no tiene nada de malo.
Lo dicho, esta lucha es de todos.

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