“¿Para qué se quiere el alma cuando se es millonario?”
Esta frase la oí en televisión. Nada de particular en sí misma.
Debatible, discutible.
Lo sorprendente para mí fue el programa en el que la oí.
No os lo podéis imaginar.
No, no fue en un programa de telebasura, donde, por otro lado, los
participantes han vendido su alma (léase dignidad). Porque el alma viene a ser
eso, ¿no?, la dignidad.
Tampoco fue en una película de Al Pacino.
Ni Pablo Motos tratando de hacerse el gracioso, por enésima vez, y sin
conseguirlo, en su detestable programa.
Ni Risto Mejide en posición cara de palo seudointeresante y tal (la
suya habitual)
Ni, por supuesto, Bertín.
Fue en Bob Esponja. Sí, en Bob Esponja.
La frase viene a decir que el dinero es más importante que cualquier
cosa; supera en importancia a lo más importante, el alma, (la dignidad, tu
sistema de valores, etc…), sobre todo cuando se trata de mucho dinero.
Dos cosas vayan por delante: lo dijo el señor cangrejo, el personaje negativo
y avaricioso que siempre recibe su castigo, y, por otro lado, los niños no son
capaces de asimilar esa frase. Vale, pero…
Pero ahí está la frase, flotando en el aire, a tan tierna edad,
penetrando en el subconsciente.
Y que conste que me encanta Bob Esponja.
Mi generación creció disfrutando de la extraordinaria violencia de los
dibujos de Bugs Bunny y Compañía y no nos afectó negativamente, más bien nos
ayudó a construir nuestro sentido del humor.
Podríais decir, entonces, que estamos en el mismo caso.
Tengo mis dudas. Creo que esa frase influye más en el subconsciente de un niño que una sesión intensiva del
Correcaminos y Rasca y Pica juntos.
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