Pues nada, que iba yo
camino de la farmacia pensando en mis cosas cuando vi a unos metros una caja de
zapatos. Supuse que estaría vacía y me enfadé al pensar en la poca conciencia de quien la había tirado en la
calle en vez del contenedor. Como soy un poco maniático con el orden, miré a
los lados para comprobar que no venía nadie y cogí la caja. Justo cuando iba a
meterla en la ranura del contenedor de cartón, se me resbaló y cayó al suelo
abriéndose. En ese momento una humareda salió de la caja condensándose a medida
que ascendía. Tomó forma de hombre, tosió un poco y me miró por encima del
hombro.
-Ya que me has
liberado de mi prisión después de tantos años, ¿tenías que haberlo hecho al
lado de la basura? Qué pestilencia- se quejó.
Yo le miraba
incrédulo.
-¿Eres un genio?
-Por supuesto-
contestó con orgullo- ¿qué creías?
-¿Y concedes deseos
por liberarte?
Yo ya pensaba en el
sorteo de la primitiva de aquella misma tarde.
-Es la tradición, o mi
condena, según se mire. Pero solo te concedo un deseo.
-¿No eran tres?-
pregunté con el rostro extrañado.
-Esos son los de las
lámparas. Yo soy de una caja de zapatos.
-Ah- dije no muy
convencido.
-Bueno, pide un deseo
de una vez, que tengo unas ganas tremendas de tomarme un té.
Solo un deseo. ¿Qué
hubierais pedido vosotros? Me disponía a pedirle acertar en la primitiva cuando
sentí una presión en el pecho, como cuando me enfado viendo el telediario. De
inmediato supe que era rabia. Ojalá hubiera tenido en ese momento a mi lado a
Obi-Wan, que de seguro me hubiera dicho que no me fuera al lado oscuro, pero
nunca está cuando más se le necesita, de modo que la rabia me creció en el
interior como un volcán hasta generar un profundo deseo de venganza. Sonreí
convencido del placer que me iba a generar el deseo.
-¿Y bien?- me apremió
el genio.
-Este es mi deseo: que
todos los miembros del partido popular se vean obligados a partir de hoy a
vivir con un sueldo de 600 euros al mes.
El genio me miró serio
unos segundos.
-¿Estás seguro de que
ese es tu deseo? Pudiendo pedir lo que quieras, ¿eliges eso?
-Sí- confirmé
convencido.
-¿No es un poco
demagógico?
-No, no es demagógico-
le respondí enfadado-. Es cruel. Y no sabía que los genios también juzgaran la
moral de sus libertadores.
-No, no es eso, pero ahora
que lo dices me parece un sueldo realmente bajo, ¿cómo van a llegar a final de
mes?
Puse los brazos en
jarra y le miré amenazante.
-¿Me vas a conceder mi
deseo o qué?
El genio puso sus
manos en posición defensiva.
-Vale, vale.
Movió su mano como un
remolino y me desperté.
Cachis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario