Andrés era pura
autoestima. Acababa de comprar lo que él consideraba “el traje”, y además, a
muy buen precio. Tanto le había gustado que se lo había llevado puesto.
Caminaba por los grandes almacenes mirando su reflejo en todos los escaparates
por los que pasaba. Decidió entonces mostrarse con más calma sentándose en una
terraza donde pidió un amaretto. Sorbía con clase de su copa al tiempo que
miraba si captaba la atención de los demás. Enseñaba su mejor sonrisa a las
mujeres que, casualmente, cruzaran la vista con él.
Reconoció entonces a
dos hombres elegantemente vestidos que acababan de llegar a la cafetería. Eran los
que siempre se habían reído de él en el instituto. Seguro de sí mismo, se
levantó y forzó un encuentro casual.
-Eh, pero si es Andrés- dijo uno
contento con la novedad.
-Vaya, Andresito, sí que has
cambiado. Se te ve muy bien.
El diminutivo derribó la primera
defensa de Andrés. No lo esperaba. Fue como regresar al instituto. Aún así, su
sonrisa no se debilitó.
-Ya ves- dijo él con vanidad- Me
va muy bien. Precisamente, acabo de comprarme este estupendo traje- y señaló su
traje como si estuviera en una pasarela de moda.
-Oye, muy bonito, muy elegante-
dijo uno.
-¿Ese no es el que estaba de
rebajas por veinte euros?- preguntó el otro.
Los dos se echaron a reír.
Andrés quedó prácticamente derrotado con aquel comentario. Por mucho que negaba
aquel dato, las risas de los dos hombres no cesaban.
-Oye, ¿y no te queda un poco
corto?- dijo uno señalando los pantalones. De nuevo se echaron a reír. Andrés
no supuso que el hecho de que se le vieran los tobillos significara que le
quedase corto.
-Y mira, todavía se pone
calcetines distintos.
Las risas eran ya una explosión
de carcajadas que atraían la atención de todos los clientes.
-Bueno, chicos- se excusó
Andrés- tengo que irme. Ya nos vemos- dijo señalándolos con los dos índices.
-Sí, sí, seguro- y volvieron a
romper a reír.
Andrés se marchó cabizbajo pero
todavía le quedaba una por escuchar.
-Oye, que en la chaqueta llevas
un descocido.
Dedicado con todo mi cariño a George
Constanza
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