Kala cumplió la vieja tradición familiar.
Reunió todos los tréboles que pudo y los unió en un bello ramo. Su marido había
muerto. Se había suicidado. Llevaban diez años casados. Tiempo en el que ella
se había ido distanciando hasta comunicar al fin a su marido que ya no estaba
enamorada. Le partió el corazón. Por mucho que le suplicó, ella le abandonó.
Pudo haberla detenido, incluso pudo haberla encerrado en prisión, o torturado
hasta la muerte, pero el dolor de su alma era tal ante su ruptura que se
convirtió en un muerto viviente. Ya no atendía las labores de Estado y los
generales que le habían ayudado a tomar el poder veinte años atrás nada
pudieron hacer por evitar su suicidio.
Solo entonces, Kala hizo el ramo de tréboles.
Su padre le había enseñado cuando era pequeña el significado de las plantas y
flores que conocía, explicándole la vieja tradición de colocar ante la tumba de
sus seres queridos la que más representara sus sentimientos. Kala llevaba desde
niña guardando sus sentimientos ante el asesinato de su padre durante el golpe
de Estado. Visitó la fosa común donde había visto enterrar a su padre junto a
tantos otros asesinados veinte años atrás y depositó en ella con dulzura los
tréboles, que en la vieja tradición de sus ancestros simbolizaban la venganza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario