El psiquiatra le citó
para darle los resultados. Néstor Llevaba semanas temiéndolos, soñándolos.
Cerró los ojos. No era esquizofrénico. Empezó a llorar, pero no de alivio sino
de horror. El mundo se le vino encima. Había deseado con todas sus fuerzas que
el diagnóstico fuera la esquizofrenia.
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