¿Cada acto de nuestra
vida está gobernado por los caprichos de la casualidad o verdaderamente está
todo predeterminado de antemano?
El caso es que
considero a Futurama lo mejor que ha parido la televisión, después de Seinfeld,
claro, y pocos personajes hay más grandes que Bender. Nunca me perdía un episodio cuando los emitían a mediodía. Me coincidía
con el almuerzo, así que perfecto. Hubo un episodio que, simplemente, me dejó petrificado.
Era aquel en el que Fry tenía la oportunidad de devolver la vida a su perro
fosilizado (de mil años atrás). Al final no lo hizo porque consideró que el
perro le habría olvidado al poco de desaparecer de su vida. Entonces, la cámara se queda en el flashback de mil años atrás y
vemos cómo el perro nunca se alejó de la pizzería donde trabajaba Fry. Jamás,
nevara o lloviera, el perro se fue un instante de aquel lugar esperando a su
dueño. Vemos cómo pasan los años hasta que el perro, ya envejecido, cierra los
ojos por última vez, pero siempre delante de la pizzería y aun con la esperanza
del reencuentro. Y así termina el capítulo.
Tremendo.
Empecé a llorar y a
aplaudir al televisor por lo que acababa de ofrecerme.
Esa escena no sería la
misma sin la música que le pusieron. La versión de Connie Francis para “Los
paraguas de Cherburgo” (¿la canción más versionada de la historia?). En inglés
se llamó “I Wil wait for you”. No pude quitármela de la cabeza hasta que por
fin entendí que con esa canción debía escribir una novela. Y así surgió “Entre
el esperpento y el escalofrío”. De hecho, si al terminar de leer la novela
escucháis esa versión de Connie Francis, tendréis la sensación física de estar
junto a los personajes de esa última página. Os lo garantizo.
Os dejo el video de
esos dos últimos minutos del capítulo de Futurama.
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