Hay una
respuesta que tengo preparada en la cabeza por si alguna vez me hacen la
pregunta. Creo firmemente en esa respuesta. Estoy convencido de que
contribuiríamos a la igualdad si todos contestáramos esa respuesta cuando nos
lo pregunten, si se dan las circunstancias, claro. Y sucedió: me preguntaron.
Pero me cogió totalmente desprevenido. Dita sea.
Fuimos a comprar
para un regalo una pluma estilográfica.
Entonces, el
dependiente, sin avisarme, sin prevenirme, así, como quien no quiere la cosa, y
sin mirarme, me hizo la maldita pregunta: ¿la quiere para un hombre o una
mujer?
Tenía la
respuesta, la tenía, pero se me escapó, no la dije. No la esperaba para una
pluma. No le contesté “para una persona”.
Lo que daría por
verle la cara al decírsela, pero me lo perdí porque no dije algo que creo y
defiendo.
Estoy por entrar
en una juguetería para resarcirme. Ahí fijo que me hacen la pregunta.
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