Un cargo
directivo o ejecutivo debe alcanzar ese
puesto por su talento y valía, en ningún caso por su sexo, raza u orientación
sexual. Creo que en eso estamos todos de acuerdo.
Pues en relación
a eso, hay algo que no termina de cuadrarme. Llevo veinte años como docente y
no ha habido ni un solo año en el que en mis cursos (y estoy seguro de que la
mayoría de docentes del mundo puede decir lo mismo de sus cursos) las chicas no
hayan sido, no solo más maduras que los chicos, sino más organizadas, más
trabajadoras, más estudiosas, más responsables, además de sacar mejores notas
que los chicos. Es una proporción, siempre, visiblemente favorable a ellas. Esto
no solo sucede en secundaria y bachillerato sino que continua con la misma
tendencia en la universidad. Dudo que nadie pueda rebatirme esto.
Pues bien, ¿cómo
es posible que la mayor parte de los cargos directivos o de responsabilidad
sean hombres? No me cuadra.
¿Es que a partir de los 25 años toda esa valía
de las mujeres que llevan demostrando desde la infancia se pierde, así, por
arte de magia? De pronto, con 25 años, los hombres nos espabilamos y, no solo
recuperamos la ventaja, sino que adquirimos más talento, responsabilidad y
valía que las mujeres y nos eligen más a nosotros para ocupar cargos
directivos. Es eso, ¿no?
Me resulta tan
violento como despreciable que todavía haya gente que esté convencida de que si
el hombre ocupa más cargos directivos es porque vale más; gente sin memoria,
que no recuerda el rendimiento y esfuerzo de sus compañeras de clase; gente con
un terrible complejo de inferioridad que le hace incapaz de asumir que una
mujer sea su jefe.