Gran parte de la
población femenina de nuestro país ha avanzado en la lucha por la igualdad. No
está donde estaba hace treinta o cuarenta años y es maravilloso. Ha costado, y
cuesta, sangre, sudor y lágrimas.
El problema es que hay
una considerable parte de la población masculina que no ha avanzado y espera
encontrar a las mujeres donde quiere encontrarlas, pero no están, al menos no
la mayoría. La decepción es tan grande que, en vez de recapacitar, adaptarse y
avanzar, mantienen su nivel de neandertales y defienden posiciones. Harán lo
que sea por quedarse ahí, acompañados de su concepto de mujer, ese concepto
que, por fortuna, se muere poco a poco. El grupo es amplio, no os creáis, y
abarca desde un hombre sin estudios a un ejecutivo o directivo de empresa;
algunos controlan medios de comunicación, el ocio o la moda. Pueden estar en el
gobierno o ser hasta padres que, por supuesto, no educarán a sus hijos para que
avancen hacia la igualdad; pueden ser adolescentes que reaccionan de forma
violenta porque su chica es suya y de nadie más. Esta es nuestra sociedad
actual: los que avanzamos y los que no. El daño que hacen los que no avanzan es
considerable pero no claudiquemos.
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