jueves, 1 de junio de 2017



Gran parte de la población femenina de nuestro país ha avanzado en la lucha por la igualdad. No está donde estaba hace treinta o cuarenta años y es maravilloso. Ha costado, y cuesta, sangre, sudor y lágrimas.
El problema es que hay una considerable parte de la población masculina que no ha avanzado y espera encontrar a las mujeres donde quiere encontrarlas, pero no están, al menos no la mayoría. La decepción es tan grande que, en vez de recapacitar, adaptarse y avanzar, mantienen su nivel de neandertales y defienden posiciones. Harán lo que sea por quedarse ahí, acompañados de su concepto de mujer, ese concepto que, por fortuna, se muere poco a poco. El grupo es amplio, no os creáis, y abarca desde un hombre sin estudios a un ejecutivo o directivo de empresa; algunos controlan medios de comunicación, el ocio o la moda. Pueden estar en el gobierno o ser hasta padres que, por supuesto, no educarán a sus hijos para que avancen hacia la igualdad; pueden ser adolescentes que reaccionan de forma violenta porque su chica es suya y de nadie más. Esta es nuestra sociedad actual: los que avanzamos y los que no. El daño que hacen los que no avanzan es considerable pero no claudiquemos.

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