jueves, 17 de noviembre de 2016



¿Para qué aprender historia?
Me lo preguntan a menudo los alumnos a principios de curso, impresionados por la cantidad de temas que se tienen que estudiar. Yo siempre les digo que se consuelen pensando en la cantidad de historia que tendrán que estudiar los alumnos del año 3000.
Luego les hago reflexionar y les pido que no estudien la historia, que la aprendan. Como todo, en realidad. Les digo que se cuestionen cada una de las explicaciones que les doy, que duden de ellas, que las investiguen y, así, formen su propio criterio sobre el tema en cuestión.
Entonces es cuando un alumno me recuerda que aun no he contestado a la pregunta de por qué tienen que  aprender historia.
Les digo que aprender historia es aprender el comportamiento humano. Los adolescentes tienden a creer que antes de ellos no hubo nadie sobre la faz de la tierra. Les digo que mi obligación, y mi placer, será ponerles frente a infinidad de comportamientos humanos  y que debemos aprender de sus errores y de sus aciertos. La historia no es saber fechas ni batallas. Ahí es cuando los alumnos empiezan a soltar suspiros de alivio. La historia es sumergirse en el pensamiento de sus protagonistas, investigar por qué hizo esto y no lo otro, qué consecuencias tuvieron sus actos, ¿mejoraron la situación?, ¿aportaron o destruyeron? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿quién estaba detrás de ello?
Les digo que ellos serán lo que fueron antes sus antepasados. Trabajadores o empresarios, electores o elegidos, soldados u oficiales…No hay nada nuevo bajo el sol; quizás con otro nombre, pero en absoluto nuevo, porque la naturaleza humana no cambia. Precisamente por eso debemos aprenderla.
Entonces me miran medio convencidos, pero siempre hay alguien que me pregunta: ¿Y qué entra para el examen?

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