¿Para qué aprender historia?
Me lo preguntan a menudo los alumnos a
principios de curso, impresionados por la cantidad de temas que se tienen que
estudiar. Yo siempre les digo que se consuelen pensando en la cantidad de
historia que tendrán que estudiar los alumnos del año 3000.
Luego les hago reflexionar y les pido que no
estudien la historia, que la aprendan. Como todo, en realidad. Les digo que se
cuestionen cada una de las explicaciones que les doy, que duden de ellas, que
las investiguen y, así, formen su propio criterio sobre el tema en cuestión.
Entonces es cuando un alumno me recuerda que
aun no he contestado a la pregunta de por qué tienen que aprender historia.
Les digo que aprender historia es aprender el
comportamiento humano. Los adolescentes tienden a creer que antes de ellos no
hubo nadie sobre la faz de la tierra. Les digo que mi obligación, y mi placer,
será ponerles frente a infinidad de comportamientos humanos y que debemos aprender de sus errores y de sus
aciertos. La historia no es saber fechas ni batallas. Ahí es cuando los alumnos
empiezan a soltar suspiros de alivio. La historia es sumergirse en el
pensamiento de sus protagonistas, investigar por qué hizo esto y no lo otro,
qué consecuencias tuvieron sus actos, ¿mejoraron la situación?, ¿aportaron o
destruyeron? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿quién estaba detrás de ello?
Les digo que ellos serán lo que fueron antes
sus antepasados. Trabajadores o empresarios, electores o elegidos, soldados u
oficiales…No hay nada nuevo bajo el sol; quizás con otro nombre, pero en
absoluto nuevo, porque la naturaleza humana no cambia. Precisamente por eso
debemos aprenderla.
Entonces me miran medio convencidos, pero
siempre hay alguien que me pregunta: ¿Y qué entra para el examen?
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