-Leonardo, eres hipertenso- me anunció mi médico de
cabecera.
-¿Y
eso qué significa?- pregunté sin interés.
-Que
tienes ahí dentro una cosa que se llama presión arterial que si no la controlas
acabará matándote.
Con
el médico sí que no me iba a callar.
-Bueno,
muertos es como acabaremos todos, ¿no?
Curiosamente,
mi comentario (y declaración de principios de aquella época), no le alteró para
nada esa cara de idiota que tenía. Simplemente, se limitó a sonreír.
-¿Y
no te gustaría que eso sucediera lo más tarde posible?
-Psa-
solté yo encogiéndome de hombros.
-La
buena noticia es que al menos, de momento, no necesitas medicamentos. Bastará
con que hagas ejercicio, camines, comas sano y, sobre todo, evites la sal.
-¿Y
podré ir a la playa?- pregunté serio.
-Claro,
¿por qué no ibas a poder?
-Por
lo de la sal del mar, ya sabe- el doctor me miró algo incrédulo-. Era una
broma-aclaré manteniendo mi seriedad.
-Ya,
pero muy mala, ¿no?
Ese
jodido doctor nunca entendió mi sentido del humor.
De mi novela “Mis ojos llenos de
ti”