El año pasado me
presenté al premio Nadal. Como es obvio, no gané. Sin embargo, me quedó una
sensación similar a cuando pongo la Primitiva, solo que mejor, porque con el
premio Nadal estuve soñando unos cuatro meses y con la Primitiva solo sueño un
par de días (desde que la pongo hasta que compruebo que no he sacado ni el
reintegro). Cuando supe el fallo del jurado del Nadal no me entristeció lo más
mínimo y lo achaco a los veinte años que llevo jugando, y soñando, a la
Primitiva sin que me toque nada. La buena noticia es que ahora estoy más que
animado a seguir concursando. Este año me presentaré mínimo a dos…y a soñar.
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