Un grupo de whatssap
comenta sus intenciones sobre cometer un atentado y en muy poco tiempo lo
tienen localizado, con la colaboración ciudadana, y con los Geo encima. Todos
suspiramos aliviados pues hemos podido detener una tragedia antes de que
suceda; incluso se les juzgará sin haber llegado a cometer el delito, pues
basta que hayan conspirado para cometerlo.
Un grupo de machotes
en whatssap planea el secuestro y violación de mujeres en los Sanfermines y,
aparte de recibir los ánimos y risas del
resto del grupo, nadie les denuncia. Nadie se lo toma en serio. No hay
colaboración ciudadana. Nadie suspira aliviado, puesto que nadie se ha
enterado. Las víctimas sí.
Su conspiración para
cometer tragedias no solo no será juzgada sino que, por si fuera poco, no será considerada válida en su posterior
juicio por haber, presuntamente (el estado de derecho me obliga a ponerlo)
violado, a una joven.
Para la justicia
española no es la misma tragedia.
No es ciencia ficción,
ni una novela de John Grishan.
Es España, ahora, hoy.
La vida posterior de
la joven sí es considerada válida en el juicio, no sea que haya pretendido
superar el horror demasiado pronto.
Así están las cosas en
este país y todos contribuimos, de una manera u otra, para que suceda.
El problema es la
raíz, el problema es la educación.
El 27% por ciento de
los jóvenes españoles considera normal la violencia de género. La encuesta se
publicó hace un par de días.
No quiero ni imaginar
cuántos grupos de whatssap pueden caber en ese porcentaje.
Sinceramente, me
aterroriza que no estemos siendo capaces de educar en el respeto, de educar en
la igualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario