Existen
películas que no nos aportan nada en absoluto. Son efímeras, inconsistentes; ni
siquiera tienen la virtud de entretenernos y, sin embargo, están en boca de
todos o disfrutan de una asistencia masiva en los cines.
Luego
están los films que nos llegan al alma. No es que sean profundas o filosóficos
ni, por supuesto, moralinas. No. Es, simplemente, que están cargadas de
humanidad. Transmiten sentimientos, nos hacen pensar, debatir, incluso
discutir, ¿por qué no? Dejan, por ello, un recuerdo indeleble en nuestra psique
hasta el punto de llegar a influir en nuestra forma de pensar. Sí, hay
películas así; por desgracia, no son tan conocidas; no llegan al gran público.
Pasan desapercibidas. Es el caso de “La mejor Juventud”
Esta
película italiana llegó a mí por casualidad, de la mano de ese gran cinéfilo
que es José Ángel Alventosa. Me dijo “mírala, te gustará”. La dejé aparcada un
tiempo hasta que me acordé de ella y la vi. No me gustó, me atrapó. Sus más de
cuatro horas de duración pasaron como un suspiro (Está dividida en dos partes).
Recuerdo mis lágrimas cuando terminó, intensas, irrefrenables.
¿De
qué trata este bello film? Pues de la vida, ni más ni menos, con todos sus
componentes, los buenos y los menos buenos. Lo hace a través de dos hermanos,
Nicola y Matteo, y ya de paso la enmarca en la historia reciente de Italia,
desde los años sesenta hasta la actualidad. Es precisamente esa extensión en el
tiempo histórico lo que nos hace formar parte de sus vidas. Viajamos con ellos,
trabajamos, nos enamoramos, sufrimos y disfrutamos con ellos. Es inmensa. Te
desgarra el alma y, al mismo tiempo, te invita a vivir intensamente cada minuto
de tu vida. ¿Cuántas películas son capaces de transmitir algo así?
Si “La
mejor juventud” cae en tus manos, no dejas de verla. Eso sí, hazlo en su
versión original en italiano, con subtítulos. El doblaje español no ha
conseguido hasta ahora, como sí ha hecho con los angloparlantes, mimetizarse con
la forma de hablar de los italianos.
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