viernes, 3 de octubre de 2014

El reloj de la torre

No hay manera: cada vez que oigo sonar el reloj de la torre de alguna iglesia, con esa peculiar y breve melodía que marca las en punto, me viene a la cabeza "Regreso al futuro". Es automático, instintivo, un acto reflejo de mi baúl de los recuerdos, un mecanismo neuronal que se acciona al mismo tiempo que ese reloj. Y entonce sonrío, y mi sonrisa me provoca una ligera relajación en mi cuerpo porque, por un instante (un milicentón, que diría Starback), viajo a Hill Valley y estoy con Marty Mcfly. El bienestar que me genera esa reacción en cadena me dura todo el día, tal es la influencia que esa película ejerció en su momento en mi vida. Llevo a todos sus personajes en mi corazón. Podría recitar sus diálogos de memoria, incluso en inglés. Como adolescente inseguro que era, me sentí contagiado, invadido, por la autoestima de Marty Mcfly. Como soñador irrefrenable que he sido siempre, me enamoré de la capacidad de soñar del doctor Emmet Brown. Quizás haya sido él, en realidad, el que ha mantenido siempre viva en mí la llama de la escritura. Quizás por eso nunca he dejado de escribir. Todos tenemos nuestra propia máquina del tiempo en nuestro interior, y es ella la que nos impulsa a seguir adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario