La diferencia
entre una película grande y otra pequeña no sé bien cuál es, porque hay películas
grandes que defraudan bastante y películas pequeñas que son muy grandes. Esto último
sería el caso del film que nos ocupa, “The Way”, dirigida por Emilio Estévez, e
interpretada por su padre, Martin Sheen.
Desde luego, y
para ser sincero, el haber hecho el camino de Santiago me ha influido, y mucho,
para que esta historia me haya gustado tanto. Lógico, pues te identificas, no
solo con los lugares, sino con las angustias y alegrías de sus protagonistas.
Sin embargo, si no has sido peregrino, ni has deseado “buen camino” a los que
te pasan o a los que te unes, no es condición para que no te guste el film,
pues al final de su metraje lo que te apetece es seguir de inmediato los pasos
de los personajes. ¿Quién no desea hacer el camino de Santiago y lo ha ido postergando
verano tras verano? El visionado de esta película te hará fijar una fecha
definitiva, eso seguro.
Aquí estoy posando en un bello sendero anterior a Pedrouzo |
La historia que
nos narra transcurre a un ritmo lento, pero agradable. Nos enfrentamos a
diversas inquietudes humanas, sin parafernalias, en crudo, y sin efectos
especiales. Su estupenda banda sonora y la excelente selección de las canciones ayudan
mucho, no cabe duda. A mitad de metraje ocurre la magia, pues percibimos que
somos uno más en ese grupo que, por diversas razones (y eso es siempre lo más
hermoso del camino) peregrina a Santiago de Compostela. Para mí es de visionado
obligatorio y, de hecho, le reservo un día del verano para verla cada año y
recordarme que tengo pendiente volver a hacer el camino.
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