domingo, 15 de julio de 2018



¿Os imagináis a Gregory Peck renunciando a su papel de Atticus Finch porque el colectivo de abogados criticara indignado que el actor no es abogado y, por lo tanto, no puede interpretar a un abogado? Imagináoslo también con cualquier otra profesión.
¿Os imagináis a Dustin Hoffman renunciando a su papel en Tootsie, o a Lemon y Curtis en Con faldas y a lo loco porque las mujeres criticaran indignadas que estos actores no son mujeres y, por lo tanto, no pueden interpretar a mujeres?
¿Os imagináis a Shirley MacLaine renunciando a su papel en La Calumnia porque las lesbianas criticaran indignadas que MacLaine no es lesbiana y, por lo tanto, no puede interpretar a una lesbiana?
¿Os imagináis a Steffano Accorsi renunciando a su extraordinario papel en El hada ignorante porque los homosexuales criticaran indignados que Accorsi no es homosexual y, por lo tanto, no puede interpretar a un homosexual?
¿Os imagináis a Julie Andrews renunciando a su papel en Víctor o Victoria porque los hombres criticáramos indignados que la actriz no es un hombre y, por lo tanto, no puede interpretar a hombres?
¿Os imagináis a Jared Leto renunciando a su papel en Dallas Buyers Club o a Hillary Swank en Boys don`t cry (interpretaciones que supusieron para ambos el Oscar) porque los transexuales criticaran indignados que ambos no son transexuales y que, por lo tanto, no pueden interpretar a un transexual?
¿Verdad que no os lo imagináis?
Bueno, pues eso está pasando ahora.
Scarlett Johansson ha renunciado a su papel en Rub and Tug porque mucha gente ha criticado indignada que la actriz no es transexual y que, por lo tanto no puede interpretar a un transexual y tiene que ser una actriz transexual quien lo haga.
A Paco León le está sucediendo lo mismo con su nueva serie, en la que interpreta a un transexual, aunque él no ha renunciado.
Yo he creído siempre que la labor de los actores y actrices es la de interpretar a personas que no son. Pretender, por ejemplo, que sea un homosexual el que interprete a un homosexual y, sobre todo, pretenderlo por defender los derechos de los homosexuales es, sencillamente, confundir el contexto en el que se tienen que defender esos derechos y, ya de paso, ir convirtiéndonos todos en unos borregos condicionados por el miedo a indignar a alguien.


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