¿Os imagináis a Gregory
Peck renunciando a su papel de Atticus Finch porque el colectivo de abogados
criticara indignado que el actor no es abogado y, por lo tanto, no puede
interpretar a un abogado? Imagináoslo también con cualquier otra profesión.
¿Os imagináis a Dustin
Hoffman renunciando a su papel en Tootsie, o a Lemon y Curtis en Con faldas y a
lo loco porque las mujeres criticaran indignadas que estos actores no son
mujeres y, por lo tanto, no pueden interpretar a mujeres?
¿Os imagináis a Shirley
MacLaine renunciando a su papel en La Calumnia porque las lesbianas criticaran
indignadas que MacLaine no es lesbiana y, por lo tanto, no puede interpretar a
una lesbiana?
¿Os imagináis a
Steffano Accorsi renunciando a su extraordinario papel en El hada ignorante
porque los homosexuales criticaran indignados que Accorsi no es homosexual y,
por lo tanto, no puede interpretar a un homosexual?
¿Os imagináis a Julie
Andrews renunciando a su papel en Víctor o Victoria porque los hombres
criticáramos indignados que la actriz no es un hombre y, por lo tanto, no puede
interpretar a hombres?
¿Os imagináis a Jared
Leto renunciando a su papel en Dallas Buyers Club o a Hillary Swank en Boys
don`t cry (interpretaciones que supusieron para ambos el Oscar) porque los
transexuales criticaran indignados que ambos no son transexuales y que, por lo
tanto, no pueden interpretar a un transexual?
¿Verdad que no os lo
imagináis?
Bueno, pues eso está
pasando ahora.
Scarlett Johansson ha
renunciado a su papel en Rub and Tug porque mucha gente ha criticado indignada
que la actriz no es transexual y que, por lo tanto no puede interpretar a un transexual
y tiene que ser una actriz transexual quien lo haga.
A Paco León le está
sucediendo lo mismo con su nueva serie, en la que interpreta a un transexual, aunque
él no ha renunciado.
Yo he creído siempre
que la labor de los actores y actrices es la de interpretar a personas que no
son. Pretender, por ejemplo, que sea un homosexual el que interprete a un homosexual
y, sobre todo, pretenderlo por defender los derechos de los homosexuales es,
sencillamente, confundir el contexto en el que se tienen que defender esos
derechos y, ya de paso, ir convirtiéndonos todos en unos borregos condicionados
por el miedo a indignar a alguien.
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