El problema de
generalizar
El otro día en un
bar me fue imposible abstraerme de la
conversación que tenían unos clientes, sobre todo porque hablaban de la
docencia. Uno de ellos criticaba a los profesores como una manada de vagos,
viéndolo claramente reflejado en la maestra de su hijo, maestra que nunca hacía
nada, etc… Y encima de vagos, con todo ese tiempo de vacaciones. Siempre las
vacaciones; da igual lo que hagamos, nuestras vacaciones anulan para muchos
nuestro esfuerzo y profesionalidad. Cualquier argumento que usemos para
defender nuestra profesión (y vocación) se encontrará enfrente esa muralla
infranqueable que son las vacaciones.
Caí estrepitosamente
en la tentación de intervenir. Le dije que no había podido evitar escucharle y
que yo era profesor. Intenté por todos los medios explicarle que se equivocaba,
apelé a su empatía preguntándole si había dado clases alguna vez. No hubo forma
de darle a entender que no podía generalizar de ese modo. Me desagradó tanto la
conversación que me fui sin terminar mi desayuno.
Luego me quedé
pensando que toda la ignorancia de ese hombre y su consiguiente rabia, porque
lo decía con rabia, deben de haber sido transmitidas a su hijo con creces; y
así imagino que va su hijo al colegio, con esa imagen, con la idea de que somos
un colectivo que no merece su respeto porque somos unos vagos con un montón de
vacaciones. Qué peligrosa es la ignorancia y qué daño hace generalizar.
Por supuesto, no me
han dado ganas de volver por ese bar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario