Nunca me gustó
Harry Potter y no me gustará jamás. No me lo creo, me resulta una versión
infantiloide del Mundodisco de Prachet con elementos mal copiados de Tolkien y C.S.
Lewis. De hecho, cuando me tropiezo con alguna de las películas en televisión
siento vergüenza ajena ante el ridículo que cometen con alevosía todos sus
personajes.
Sin embargo, es
importantísimo que exista Harry Potter.
Cuando estoy
haciendo los turnos de patio en los recreos siempre me encuentro con algún niño
o niña que aprovecha esos pocos minutos para leer. Cuando les pregunto qué
leen, casi siempre me contestan que Harry Potter y me enseñan con orgullo la
portada del libro.
Tendríais que
ver la cara de felicidad con la que me lo dicen, tendríais que ver su
concentración en la lectura, sus ojos grandes y brillantes devorando palabras
con avidez.
Mi
agradecimiento eterno a J.K. Rowling por escribir esta obra, causante de
adictos a la lectura. Gracias a ella (y por supuesto a otros autoras, como
María Frisa, Elvira Lindo o Laura Gallego), los demás escritores podemos seguir
escribiendo.
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