miércoles, 4 de marzo de 2015

LA CARRERA DEL SIGLO

De vez en cuando, me apetece hablar de cine. Al fin y al cabo, es mi otra gran pasión.
Hay películas que me gustan no solo por su valía en sí sino por los recuerdos que me traen. Es el  caso de “La carrera del siglo” (1965). Cuando la veo pienso en esas sesiones de tarde maravillosas que nos ofrecía Televisión Española, cuando todavía la televisión era digna de ver. Recuerdo a mis hermanos y a mí desternillándonos de risa con esta película, en especial con el profesor Fate (magistral Jack Lemmon); recuerdo, un poco más tarde, cuando mis amigos cinéfilos y yo salíamos de fin de semana, o  nos reuníamos para jugar a las cartas y siempre brindábamos como lo hacía el alcalde del pueblo del oeste donde hospedaban a los pilotos; o usábamos nuestro grito de guerra “Necesito espacio para luchar” o imitábamos al príncipe afeminado (también magistral Jack lemmon). De vez en cuando nos enviamos algún mensaje por el móvil recordando esas frases.
Es una película de una simpleza que asusta: una carrera, de Nueva York a París; pero es que pasan tantas cosas en ese largo recorrido y son todas tan divertidas... ¿Y ese maravilloso Toni Curtis en su papel de El gran Leslie, al que todo le sale bien? ¿Y la absolutamente adorable Natalie Wood en su papel de periodista sufragista? Por encima de todos ellos, el inefable y maligno profesor Fate y su ayudante Max (Peter Falk). “Max, aprieta el botón”, es otra de las frases que gritábamos en nuestras noches de fiesta.
La esencia de este film tiene mucho de dibujo animado, de hacerse la puñeta a toda costa y que resulte divertido, de ponerte del lado del malo para que, de una vez, le salga algo bien, aunque sea hacer el mal. De hecho, esta película inspiraría años más tarde los personajes de Hanna- Barbera (que siempre pensé que eran una mujer) de “Pier no doy una”, “la señorita Penelope”, etc, de su serie “Los autos Locos”
¿Y qué decir de la música compuesta por Henry Mancini? Otra maravilla. Cuántas colaboraciones fantásticas nos dejó este tándem que formaban Mancini y Edwards, el director de la película.
Cuánta maestría reunida en un film. Me están entrando unas ganas locas de verla de nuevo.

 



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