domingo, 9 de noviembre de 2014

Búbal y la luz del valle

Recientemente, tuve la oportunidad (honor y privilegio) de pasar una semana en Búbal con mis alumnos. Búbal es uno de los tres pueblos abandonados que, desde hace casi tres décadas acogen a centros escolares para que ayuden a su reconstrucción y reutilización. Al mismo tiempo, se les presenta cómo era la vida en esos lugares y las razones por las que debemos ser respetuosos con el medio que nos da la vida.
Búbal es una especie de pequeño paraíso a pie de carretera y a unos 22 kilómetros de Francia, en pleno Pirineos. Uno de los tantos pueblos que abarca el valle de Tena, en Huesca. Cuentan los docentes de Búbal que el valle tiene una luz que, una vez que te alcanza el corazón, ya no te abandona; y es verdad. Uno parece estar en otro mundo cuando disfruta de Búbal; no solo estar sino desear que ese otro mundo contamine al nuestro, al de la rutina, al del estres y las tecnologías, y que termine por transformarlo, también, ¿por qué no?, con su luz.
Mi agradecimiento a los docentes y monitores que hacen posible la realidad de Búbal, empezando por su coordinador, Raúl, y seguido de Jesús, Lucas, Elisa, Carmen, Nuria, José Antonio, José, Fina, Manuel, Félix...todos maravillosos haciéndonos pasar unos días inolvidables.
Por mi parte, veo cumplido mi sueño de, como profesor, haber estado en los tres pueblos del programa: Búbal, en Huesca, Umbralejo, en Guadalajara y Granadilla en Cáceres. Creo, sinceramente, que todos los docentes deben, al menos una vez en su vida profesional, acudir a alguno de estos pueblos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario