viernes, 27 de julio de 2018


Influencer
Eso nos llamó César Bona a los docentes que acudimos el jueves a su charla.
Me gustó el término.
Me gustó la charla.
Y es que influimos, marcamos, para bien o para mal en los alumnos. Ya no solo en cómo demos las clases sino en cómo somos como personas.
César Bona puso un ejemplo de un profesor que le marcó negativamente y, escuchándole, no pude evitar recordar a la profesora que me marcó de tal modo que mi cerebro se bloqueó para las ciencias hasta el día de hoy. Y ahí sigue, bloqueado.
Fue mi profesora de física en segundo de bachillerato (cuarto de ESO hoy). No solo era mala explicando sino que no tenía ningún tipo de tacto hacia los que no entendíamos sus clases. Por eso, cuando me sacaba a la pizarra para mí era un tormento. Ese silencio que hacía toda la clase cuando la profesora me preguntaba y yo me quedaba mudo no se me ha olvidado.
Tal sufrimiento supusieron para mí sus clases que me quedé sin capacidad alguna para sentirme atraído por las ciencias o los números. Ella no solo me cerró una opción en mi vida sino que me hizo odiar una asignatura que, de por sí, es preciosa.
Al pasar a tercero, y todavía no sé cómo pasé, elegí letras puras, conociendo al que iba a ser mi mejor amigo y que me cambiaría en todos los aspectos positivos que se os puedan ocurrir. Tuve un profesor extraordinario de Historia que me marcó de tal modo  que me hice profesor de Historia. Una puerta me abrió otra, podréis pensar; o no hay mal que por bien no venga. Sin embargo, no me consuela. Me gustaría pensar que ningún docente puede influirte negativamente. Si lo hace, es un fracaso como profesor y, probablemente, como persona.   

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