domingo, 27 de noviembre de 2016



-Leonardo, eres hipertenso- me anunció mi médico de cabecera.
            -¿Y eso qué significa?- pregunté sin interés.
            -Que tienes ahí dentro una cosa que se llama presión arterial que si no la controlas acabará matándote.
            Con el médico sí que no me iba a callar.
            -Bueno, muertos es como acabaremos todos, ¿no?
            Curiosamente, mi comentario (y declaración de principios de aquella época), no le alteró para nada esa cara de idiota que tenía. Simplemente, se limitó a sonreír.
            -¿Y no te gustaría que eso sucediera lo más tarde posible?
            -Psa- solté yo encogiéndome de hombros.
            -La buena noticia es que al menos, de momento, no necesitas medicamentos. Bastará con que hagas ejercicio, camines, comas sano y, sobre todo, evites la sal.
            -¿Y podré ir a la playa?- pregunté serio.
            -Claro, ¿por qué no ibas a poder?
            -Por lo de la sal del mar, ya sabe- el doctor me miró algo incrédulo-. Era una broma-aclaré manteniendo mi seriedad.
            -Ya, pero muy mala, ¿no?
            Ese jodido doctor nunca entendió mi sentido del humor.

De mi novela “Mis ojos llenos de ti”

jueves, 17 de noviembre de 2016



¿Para qué aprender historia?
Me lo preguntan a menudo los alumnos a principios de curso, impresionados por la cantidad de temas que se tienen que estudiar. Yo siempre les digo que se consuelen pensando en la cantidad de historia que tendrán que estudiar los alumnos del año 3000.
Luego les hago reflexionar y les pido que no estudien la historia, que la aprendan. Como todo, en realidad. Les digo que se cuestionen cada una de las explicaciones que les doy, que duden de ellas, que las investiguen y, así, formen su propio criterio sobre el tema en cuestión.
Entonces es cuando un alumno me recuerda que aun no he contestado a la pregunta de por qué tienen que  aprender historia.
Les digo que aprender historia es aprender el comportamiento humano. Los adolescentes tienden a creer que antes de ellos no hubo nadie sobre la faz de la tierra. Les digo que mi obligación, y mi placer, será ponerles frente a infinidad de comportamientos humanos  y que debemos aprender de sus errores y de sus aciertos. La historia no es saber fechas ni batallas. Ahí es cuando los alumnos empiezan a soltar suspiros de alivio. La historia es sumergirse en el pensamiento de sus protagonistas, investigar por qué hizo esto y no lo otro, qué consecuencias tuvieron sus actos, ¿mejoraron la situación?, ¿aportaron o destruyeron? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿quién estaba detrás de ello?
Les digo que ellos serán lo que fueron antes sus antepasados. Trabajadores o empresarios, electores o elegidos, soldados u oficiales…No hay nada nuevo bajo el sol; quizás con otro nombre, pero en absoluto nuevo, porque la naturaleza humana no cambia. Precisamente por eso debemos aprenderla.
Entonces me miran medio convencidos, pero siempre hay alguien que me pregunta: ¿Y qué entra para el examen?

domingo, 13 de noviembre de 2016

EL SILENCIO (relato)



Los colores del amanecer inundaban el horizonte mostrándose como el gran colofón de nuestra noche de fiesta. Regresábamos de la verbena con el dolor en las quijadas de tanto reír. Una risa contagiosa, dopada. La autopista era nuestra. Comentábamos las mejores jugadas de la noche entre carcajada y carcajada, entre calada y calada. La fiesta se había subido al coche con nosotros.
Fui el primero en verlo y mi drástico mutismo indicó a los demás la dirección a la que debían mirar. El silencio nos invadió. Un silencio severo, rígido, tajante. Mientras lo tuvimos a nuestro alcance, nuestros ojos se mantuvieron fijos en aquel zapato roto que yacía abandonado en medio de la autopista. Ya no quisimos hablar. Tampoco reír.

jueves, 10 de noviembre de 2016



El 6 de mayo de 2009 me sucedió una de las anécdotas más simpáticas de mi vida. Me viene una sonrisa en cuanto la recuerdo. Eran las semifinales de la Champions. Chelsea- Barcelona. Dado que yo no tenía Canal Plus, un amigo me invitó a ver el partido en su casa. Lo pasamos fatal porque el Barça fue perdiendo durante casi todo el encuentro. Hasta que llegó ese milagro, esa obra de arte que fue el gol de Iniesta casi en el último suspiro. Mi amigo y yo estallamos como auténticos posesos, como si estuviéramos en el terreno de juego. Por supuesto, acabamos abrazados y en el suelo uno encima del otro sin parar de gritar. Su mujer apareció por las escaleras preguntando por semejante escándalo y nos vio así. Nos callamos y fue inevitable. Mi amigo dijo: “cariño, esto no es lo que parece”. Memorable.

domingo, 6 de noviembre de 2016

EL PADRINO DE LA BODA (relato)



El día en que se casó Susana todos los invitados se extrañaron pues no conocían al padrino de la boda. No lo habían visto nunca. Tampoco Susana, hasta ese día.

Susana perdió a su padre cuando ella no tenía más que dieciocho años. Andaba arreglando el techo de la casa, con la mala suerte de resbalar y caer de espaldas. Junto a ella. Se hundió en el dolor, perdió su vida académica porque cuando te sucede algo así, ya nada te importa. Hasta que conoció al hombre de su vida. El amor la sacó del hoyo, probablemente porque su novio le recordaba gratamente a su padre, sobre todo en su generosidad, hasta el punto incluso de compartir su deseo de donar sus órganos. Sí, eran muy parecidos. Susana se sentía feliz con él; mucho más cuando le pidió matrimonio. Como no podía ser de otro modo, aceptó sintiéndose la más dichosa del mundo. Sin embargo, no pudo evitar llorar pues su padre no estaría para llevarla al altar. Su novio, tras mucho pensar, le dijo que, en realidad, sí que podría, en cierto modo,  contar con su progenitor para un día tan feliz como aquel.

Por eso, cuando la novia vio llegar al padrino, no pudo evitar llorar de la emoción. Aquel hombre de mediana edad y rostro severo le sonrió e inclinó su rostro en un sincero gesto de agradecimiento. Le ofreció el brazo y la llevó al altar. Allí esperaba su novio, visiblemente emocionado. Antes de que el padrino se retirara a un lado, Susana le retuvo, y le pidió permiso con la mirada para hacer algo que deseaba con todas sus fuerzas. El padrino asintió y dejó que la novia hiciera. Susana alzó nerviosa la mano y la acercó lentamente hacia el pecho de aquel hombre. Por fin, apoyó la mano. Tras unos segundos pudo sentirlo, su corazón, sus latidos llegaban con fuerza hasta la palma de su mano. Fue entonces cuando Susana rompió a llorar, manteniendo su mano sobre el corazón del padrino de la boda.