miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Y SI...? (relato de intriga)

La vuelta al mundo en ochenta días. Eso fue lo último que supimos de Nadia. Sus últimas palabras, al menos por escrito. Me envió un mensaje al móvil con el título de la novela de Julio Verne. Poco después supimos de su desaparición en medio de su viaje a La India. Informé a la policía sobre el mensaje, pero al poco, me dijeron, tal y como yo sospechaba, que no les había llevado a nada. Las dudas y las preguntas me atormentaron durante días. Muchas noches pasé sin dormir tratando de averiguar el sentido de aquel mensaje. No pude más. Pedí una excedencia en el trabajo y con mis ahorros hice el mismo itinerario que el protagonista de esa novela hizo por el mundo, solo que yo tardé más, pues me detuve preguntando hasta la saciedad si alguien había visto a la mujer que les enseñaba en la fotografía. Nada. En ningún lugar de aquel trayecto hallé ni una sola pista. Dos años me llevó, no solo el viaje sino mi ruina.
Ahogando mi impotencia en un bar, le conté al amigo que me acompañaba mi desgracia. Entonces él me dijo: ¿y si el mensaje no hacía alusión a la novela?, ¿y si se refería al libro físico, a un ejemplar en concreto de la novela? Pensé seriamente en un infarto al corazón al escuchar aquellas opciones. Me fui sin despedirme y dejando que él pagara la cuenta. Ya en casa elaboré una lista de los familiares y amistades de Nadia, con el objetivo de visitarles esgrimiendo cualquier escusa, después de todo, yo siempre les había caído bien a todos. Fui descartando las bibliotecas de cada uno de ellos.

Decepcionado, desilusionado, visité a sus padres. Aprovechando que me dejaron solo, busqué entre sus libros hasta que hallé un ejemplar de la novela. Mi corazón se aceleró. Era mi última oportunidad. Cogí el libro y lo abrí. Nada, ningún mensaje, nada escrito en sus hojas desesperadamente, ninguna nota. Sin embargo, cuando hice por cerrarlo, algo cayó de su interior. Era pequeño y cuadrado. Me agaché para recogerlo, momento en el que entró el padre de Nadia con la bebida que me había ofrecido. Como pude, me metí el objeto en el bolsillo y simulé estar interesado por ese libro en concreto. “Era el favorito de mi hija cuando no era más que una niña”, me dijo en un lamento. Impaciente hasta decir basta, se me hizo eterna la hora que estuve con ellos. Cuando salí, lo primero que hice fue llevar la mano a mi bolsillo. Ahí estaba el objeto. Era la tarjeta de memoria de una cámara fotográfica. Corrí hacia casa y la introduje en el ordenador. Lo que vi me dejó horrorizado. Entonces lo comprendí: Nadia no viajaba de vacaciones; estaba huyendo. Hice una copia de seguridad y me dirigí de inmediato a la policía. 

domingo, 25 de octubre de 2015

NOS SUCEDIÓ EN PARÍS

Nos sucedió en París, pero nos podía haber sucedido, estoy seguro, en cualquier otra ciudad. Hacíamos cola para entrar en el Panteón. Cuando llegamos a la taquilla, la empleada nos preguntó si queríamos que pasara con nosotros la chica que estaba a nuestra izquierda. Le pregunté por qué. Me dijo que no permitían entrar menores sin adultos y la chica había venido sola. Por fortuna para mí, la joven era italiana y mi italiano es mucho mejor que mi francés. Nos dijo que tenía 17 años y que no entendía por qué no podía entrar sola. Se había separado del grupo para ver cultura. Por supuesto, la dejamos entrar con nosotros. Luego la observamos, se paraba a mirar las esculturas y las inscripciones, tomaba nota, tras lo que se sentó a escuchar música con los auriculares. Estaba disfrutando, se notaba, y tenía 17 años. Entonces me dije que no todo estaba perdido, que es falso que la juventud no ame la cultura, que personas como ella hay en cantidad, lo que sucede es que no nos fijamos, solo vemos lo malo, el tópico, porque lo fácil es criticar, destruir y no construir. Nos sucedió en París, pero nos podía haber sucedido en cualquier otra ciudad.

jueves, 22 de octubre de 2015

TÍPICO (relato breve)

Cuando vi el ovni lo primero que hice fue coger el móvil para grabarlo. Sin batería. Típico. Entonces pensé en esas películas en las que el malo está a punto de matar al bueno y justo se queda sin balas en el último tiro. Típico. Pensé que a lo mejor era buena idea olvidarme de grabarlo y simplemente disfrutar del espectáculo. Y tanto que disfruté, que incluso me abdujeron. Vaya tíos nauseabundos, pero, en fin, eso es lo que hay por esos universos perdidos de la mano de dios. Me hicieron saber con una especie de lenguaje de signos que estudiarían mi cerebro. Les dije, con toda la humildad que pude reunir,  que yo no podía ser considerado, precisamente, un espécimen representativo de los humanos, que ni siquiera había acabado los estudios, que trabajaba como reponedor en un supermercado y que nunca me había leído un libro, pero no me hicieron caso. Cuando me quitaron la máquina de la cabeza vi cómo mi imagen quedaba entre la imagen de una oveja y la de un cerdo. Me miraron y movieron sus cabezas en plan reproche, en plan “muy mal” y yo me encogí de hombros diciéndoles así que se los había advertido. Confraternizamos y me invitaron a una especie de café que sabía a gazpacho pasado. Repugnante, aunque a ellos les gustaba porque ponían la misma cara de idiota que les veo a mis compañeros cuando dan el primer sorbo a su café en la pausa que refresca. En fin, que en ese momento les vi unas imágenes que colgaban en las paredes, como nosotros con nuestras fotos y les pedí que me hicieran una. Me entendieron con facilidad, pues creo que a ellos les molaban tanto los selfis como a nosotros. Nos hicimos unas cuantas. Se las pedí pues nadie me creería si no las enseñaba pero ellos me dieron a entender que tampoco serían creídos en su planeta si no las llevaban y no tenían forma de hacer copia. Esto lo entendí porque golpearon con desahogo una máquina parecida a nuestras impresoras.  Así que me quedé sin fotos. Me devolvieron a la tierra con una especie de nostalgia y yo, la verdad, es que me apené un poco porque, después de todo, me dieron buen rollo. Cuando llegué a mi coche vi que me habían puesto una multa. Típico.



domingo, 18 de octubre de 2015

INFLUENCIAS

Existen dos libros, dos, que me han influido como escritor, más que cualquier otro; más que Vargas Llosa, que Víctor Hugo, que mi idolatrado Oscar Wilde, que Proust, que García Márquez, que, Galdós, que...¿sigo? Si se caracterizan por algo estos dos libros es por su absoluta sencillez. El arte de contarlo todo, de expresarlo todo, con pocas y sencillas palabras. Es un arte, nadie puede negármelo, ni siquiera cualquiera de los autores citados anteriormente. Aquí os dejo sus portadas. Si no los habéis leído apuntadlos en vuestra lista de pendientes. Y si ya los habéis leído, volved a hacerlo porque siempre entre la sencillez hallamos los más variados mensajes.





jueves, 15 de octubre de 2015

ESE MOMENTO

Hay un momento del día en el que todo va más lento, como en un sueño pesado. Un tramo de la jornada en el que todo nuestro ser pide a gritos una cama, pero nos resistimos porque no nos queda otro remedio, porque así está establecido. Las defensas bajan y las palabras se ahogan en nuestra saliva pastosa. Los párpados luchan como viejos toldos que se resisten a claudicar. La cabeza aumenta su peso tambaleándose hacia delante, traicionera, con cierto regusto sádico. Es la hora de la siesta. No obstante, nos hemos comprometido en ir contra la naturaleza, que es sabia y mesurada, y continuar trabajando a pesar de que no es lo mismo, de que no hay ilusión, de que no somos nosotros, sino una especie de ente que nos mantiene despiertos solo por fuera.

lunes, 12 de octubre de 2015

EL ENFADO (microrrelato de intriga un tanto desasosegante)

Es curioso cómo se desarrollan los acontecimientos en nuestra vida, o cómo afectan en nuestras decisiones, porque si me hice policía fue por el enfado de mi primo Daniel. Cuando éramos unos chiquillos siempre jugábamos al escondite y siempre era mi primo el primero en ser encontrado. Nos reíamos mucho de él por este motivo, hasta que un día nos dijo que se iba a esconder tan bien que nadie le encontraría. Conté hasta cien y se escondió. Todos se escondieron. Han pasado veinte años desde entonces y aún no lo hemos encontrado.

jueves, 8 de octubre de 2015

El gemelo cabrón (relato épico-mitológico)


El joven Huan Yue había llegado a la prueba final. A su lado, el gran maestro de la ancestral orden de la flor marchita sobre la tortuga voladora le observaba con admiración contenida. Pocos, muy pocos, alcanzaban el lugar al que había llegado el joven discípulo para ingresar en la orden.  Las pruebas habían sido tan duras como los trabajos de Hércules, o quizás más, pues  se había tenido que enfrentar a un dragón de dos cabezas al que solo podía derrotar bailando canciones tradicionales de las regiones perdidas del norte, y sin ayuda, no como el griego cuando mató a la hidra, insignificante lagarto frente al majestuoso dragón musical; ni había tenido que derrotar a un ejército de muertos vivientes, ni soportar el dulce y monótono golpeo de una gota de agua sobre su frente durante cuatro días; ni ver seguidas todas las películas de Lars Von Trier. El joven Huan Yue sí. Ahora faltaba una última prueba. Frente a él se encontraban dos hombres exactamente iguales.
-Joven Huan Yue, mi discípulo más aventajado –empezó diciendo el maestro-, has superado todas las pruebas; has dado muerte al dragón de dos cabezas bailando canciones tradicionales de las regiones perdidos del norte, has derrotado a un ejérci…
-Maestro- le interrumpió su discípulo con estudiado respeto- No repitáis mis hazañas, que el lector ya las conoce.
El maestro refunfuñó introduciendo las manos en las anchas mangas de su camisa.
-Como decía, has llegado hasta el final, te enfrentas a la última prueba. La prueba del gemelo cabrón. Frente a ti tienes a dos gemelos. Son idénticos.
-Disculpadme, maestro.
-¿Qué?- preguntó él sin mucha paciencia.
-Si fueran dos gemelos, frente a mi vería a cuatro personas.
El maestro miro a los gemelos y luego a su discípulo. Su rostro parecía contener un reproche de los grandes, pero optó por volver a refunfuñar.
-Frente a ti, mi joven discípulo, ves unos gemelos- y le miró buscando su aprobación- Bien, como puedes ver, son idénticos, incluso tienen el mismo tono de voz, el mismo color de ojos, el mismo andar, solo que uno de ellos es un cabrón y el otro no. Elige con sabiduría pues con uno de ellos debes pasar los próximos tres años, obedeciéndole en todo cuanto te ordene. Tienes cinco minutos.
-No necesito ni un segundo, maestro.
-¡Cómo!- exclamó sorprendido el anciano de lo que parecía un exceso de arrogancia de su discípulo.
-Sí, no necesito tiempo para decidir. Ya lo he hecho.
El anciano volvió a refunfuñar.
-¿Y bien?,  ¿a quién has elegido?
-Al gemelo cabrón, por supuesto.
-¿Cómo que por supuesto? ¿Por qué motivo has elegido a un cabrón al que vas a estar obedeciendo los próximos tres años?
-Muy sencillo, maestro. De un gemelo me habéis dicho que es un cabrón, pero del otro no me habéis dado ninguna información.
-Te he dicho que no es un cabrón.
-Pero nada más; podría incluso ser algo peor. Por eso he elegido al gemelo cabrón. ¿He obrado con sabiduría, maestro?
El anciano le miró fijamente para luego mostrarle una pequeña sonrisa con la que quiso reflejar el orgullo que sentía por su alumno.
-Nos veremos dentro de tres años- y le extendió el brazo derecho indicándole que acompañara al gemelo cabrón.



domingo, 4 de octubre de 2015

LA PREGUNTA (relato sin giro final)

Gregorio llevaba años queriéndole hacer la misma pregunta a la estanquera. Como ser racional que era, ajeno a la religión e, incluso, a la superstición, se negaba a planteársela. Digamos que como ser inteligente que se consideraba, además de contar con un más que destacado bagaje cultural,  no debía hacerle esa pregunta. Sin embargo, ahí estaba ese runrún, día y noche, en su cabeza, en su conciencia. Su lucha interna la exteriorizaba paseándose delante del estanco al menos una vez al día; bien en su Audi último modelo, bien marcando estilo con sus trajes de Armani cuando lo hacía andando, pero nunca se atrevía. Durante años había puesto siempre en el estanco los mismos boletos: una apuesta de euromillón de martes y viernes y otra de una apuesta de la primitiva para jueves y viernes. Años con lo mismo, sin variar en lo más mínimo. Era imposible que él se hubiera equivocado al decírselo y, sin embargo, después de tantos años, ella cambió el euromillón por el gordo de la primitiva. Como hacía siempre, Gregorio guardó los boletos en su cartera y no los miró hasta el domingo, día en que comprobaba en internet su mala suerte. Su monumental enfado al ver que la estanquera no le había dado su euromillón dio paso al más incrédulo de los asombros al comprobar que había ganado la apuesta del gordo. Desde entonces había perdido todo sentido ir a poner ningún boleto al estanco, pero nació en sus entrañas aquella pregunta imborrable: ¿Se equivocó la estanquera adrede o sin querer?

jueves, 1 de octubre de 2015

PERCEPCIÓN (relato)

Luisito se había perdido; quizás un descuido de sus padres, quizás un repentino impulso por explorarlo todo, pero el caso es que se vio solo y comenzó a llorar caminando sin rumbo de un lado a otro. Entonces los vio. Eran los dos demonios que aparecían siempre en sus pesadillas, solo que ahora eran reales. Avanzaban hacia él con los brazos abiertos, le gritaban mostrando sus fauces. Descontrolado por el pánico, o guiado por él, corría cuanto le podían permitir sus cortas piernas. Corría y lloraba desesperado llamando a su madre. Pero por mucho que avanzaba, nada podía evitar que aquellos dos demonios le alcanzaran. Cada vez más cerca.  Ahí estaban los seres con los que siempre le había amenazado su madre que se lo llevarían si se portaba mal. Pero él no había sido malo, solo se había perdido. Su terror no le permitió distinguir que cruzaba una carretera. Nada pudieron hacer los coches por evitar su atropello, como tampoco pudieron reanimarle los dos policías que habían corrido detrás de él desde que lo encontraran perdido por la ciudad.